Siquiera tenemos la imagen

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Sí, siquiera tenemos las palabras, pero creo que estas no serían suficientes sin las imágenes. Con la llegada del colonialismo, no solo se impuso una forma de gobierno, sino también un lenguaje que, a su vez, define una forma de pensar. El castellano anuló formas de relacionarnos con el mundo, limitando la antigua posibilidad de entender el sol y la energía que este nos trasmite, las relaciones con diferentes animales, con el ecosistema, entre otras. Hoy las palabras nos ayudan a describir la selva, el medio ambiente, pero no son suficientes para explicar las energías, las conexiones, la vida. Quizás hayan escuchado a alguna persona que haya tenido una experiencia psicodélica decir que es complicado poner en palabras lo que sintió.

Porque las palabras son insuficientes. Silvia Rivera Cusicanqui abordó este tema en su libro Ch’ixinakax utxiwa (una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores), explicando que “hay en el colonialismo una función muy peculiar para las palabras: las palabras no designan, sino encubren”. Y no se sorprendan, palabras como desarrollo o desarrollo sostenible siguen actuando como formas de opresión a través del lenguaje. Se trata de palabras que buscan legitimar la explotación de recursos naturales y la consecuente destrucción de la tierra. Pero, precisamente, palabras como opresión o explotación no existen en lengua aymara y qhichwa. Las palabras no solo son insuficientes, sino que construyen una forma determinada de entender el mundo. 

El caso del castellano no es muy alentador. La imposición de palabras como “raza” o “estratos” terminaron ocasionando cambios en la forma en la que antes se entendía el mundo. “Los discursos públicos se convirtieron en formas de no decir. Y este universo de significados y nociones no dichas, de creencias en la jerarquía racial y en la desigualdad inherente de los seres humanos, van incubándose en el sentido común”, escribe Silvia. Recuerdo que un profesor miembro del pueblo Misak nos explicaba que, de entrada, hay un límite para comprender la cosmovisión indígena desde el castellano. Decía que hay expresiones indígenas que no tiene traducción. En español suena ridículo hablar de un humano-pájaro o de un humano-agua, pero en diferentes lenguas indígenas eso es como hablar de “colombiano” o “mexicano”.

De ahí que la imagen surja como un mecanismo valioso para eliminar esas limitaciones de las palabras. Limitaciones que nos dificultan describir sonidos, experiencias, sensaciones y, a su vez, nos imponen una forma concreta de entender el mundo. Por medio de los dibujos es posible eliminar las brechas entre el “castellano standard-culto y los modos coloquiales del habla”, como lo ha experimentado la autora boliviana. El dibujo no presenta una descripción de hechos con cargas sigilosas impuestas por las palabras, sino que da pie a la interpretación y a un entendimiento libre que va más allá de los marcos conceptuales y morales impuestos por un determinado lenguaje.

A través de las imágenes es posible romper las formas estrictas derivadas del lenguaje para explicar sensaciones o experiencias. Ejemplo de esto son los dibujos de Waman Puma de Ayala, cronista qhichwa que dibujó la captura y muerte de Atawallpa en 1532 y el homicidio de Tupaq Amaru I. El autor dibujó a ambos lideres siendo decapitados por los españoles. Sin embargo, solo Tupaq murió así, pues Atawallpa murió con la pena del garrote. Contrario a la crítica académica y el lenguaje, esta equivocación va más allá de un error de contexto histórico. Se trata de una forma de expresar el hecho de que la muerte de Atawallpa representó la decapitación de la sociedad indígena. Así, el dibujo se sale de las formas “debidas” de entender el mundo para abrirnos las puertas a comprensiones diversas, pluralistas, profundas y amplias.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/martin-posada/

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