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Camilo Arango

Redes y riesgos para las democracias

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Hace algunos días, Jonathan Haidt publicó un texto en la revista The Atlantic cuyo título podría traducisrse al español como “Por qué los últimos 10 años de la vida americana han sido únicamente estúpidos”. Allí, utiliza como metáfora el pasaje biblico del a torre de Babel, esa narracción que cuenta la historia de un pueblo que pretendió construir una torre que los acercara al cielo para alanzar a Dios, y que recibieron como castigo la imposibilidad de entenderse en una sola lengua, razón por la cual el proyecto se fue a pique porque era imposible que se comunicaran y se comprendieran los unos a los otro.

Dice Haidt que la metáfora de Babel resumen bien lo que se ha vivido en la historia política de Estados Unidos en los últimos 10 años. Como en Babel, esa democracia dejó de hablar un mismo lenguaje, dejaron de permitirse la comprensión de las ideas y propuestas del otro, dejaron de hacer viable y constructivo el debate, y entre muchas razones que pudieran explicar esa situación, Haidt pone el énfasis en las redes sociales que crecieron exponencialmente en usurios, tecnología, influencia y poder en la última década, para convertirse en instrumentos que transformaron la cultura política norteamericana.

“Babel es una metáfora de lo que algunas formas de redes sociales han hecho a casi todos los grupos e instituciones más importantes para el futuro del país y para nosotros como pueblo”. Pero no solo a la democracia nortamericana. Esa reflexión puede hoy llevarse a otras democracias, seguramente con diferentes niveles de influencia, pero el resultado parece ir en el mismo sentido para el caso latinoamericano o colombiano. Las redes sociales se convirtieron en un camino que redefine nuestra comprensión de las instituciones, el rol de los mandatarios, el papel de los candidatos a una corporación o un cargo público de la importacia de la presidencia. Nos han hecho vulnerables a las noticias falsas o a la desinformación, han naturalizado lenguajes de odio y han logrado incluso transformar los canales de comunicación de los gobiernos con los ciudadanos. No todo es malo, pero si han incrementado algunos riesgos que han hecho vulnerables a las democracias, y sobre todo, han sido escenario para incrementar los niveles de odio y polarización a registros históricos, que constribuyen a la crisis de representatividad, y con ello, a poner en riesgo la subsistencia de las mismas democracias.

Para narrar el caso norteamericano, el autor afirma que “ha estado claro desde hace bastante tiempo que la América roja y la América azul se están convirtiendo en dos países diferentes que reclaman el mismo territorio, con dos versiones diferentes de la Constitución, la economía y la historia estadounidense”. No parece diferente a las elecciones presidenciales colombianas del 2014 o del 2018, los esultados de la pretendida refrendación del acuerdo de paz en 2016, o la elección que estamos por afrontar en pocas semanas. Una descripción sencilla de la democracia nuestra, parece también ajustarse a la de la metáfora de Babel. Por eso Haidt concluye para el caso norteamericano, y nosotros podríamos hacerlo para el nuestro, que “Babel no es una historia sobre tribalismo; es una historia sobre la fragmentación de todo. Se trata de la ruptura de todo lo que parecía sólido, la dispersión de las personas que habían sido una comunidad. Es una metáfora de lo que sucede no solo entre rojo y azul, sino dentro de la izquierda y dentro de la derecha, así como dentro de las universidades, empresas, colegios profesionales, museos e incluso familias”.

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