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¿Nacer en Medellín? Sólo si encuentra cama

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Hay sin duda dos momentos definitivos en la vida de un ser humano: su nacimiento y su muerte. En el nacimiento, nuestra madre es la compañía obligada, un solo ser que se convierte en dos. En la muerte, la soledad es la regla general.

Todas las mujeres que hemos pasado por un embarazo sabemos la ansiedad con la que se espera el momento del parto. Muchas piensan con ansiedad en ese momento, otras lo romantizan. Es el momento del todo, donde se acaba ese estado que nos acompañó durante tantos meses y que se convierte en una nueva vida.

No sólo esperamos, sino que tenemos el derecho de ser atendidas por personal médico adecuado, recibir la atención necesaria y oportuna, que nuestro bebé nazca en condiciones óptimas, que en caso de emergencia pueda ser tratado, y que de ese momento salgamos los dos vivos y en buen estado de salud. Ese es el anhelo de toda madre, y el derecho del feto que está por nacer.

Pero la materialización de ese anhelo supone un contexto que garantice dichos derechos: un Estado fuerte que priorice la salud materno infantil y entienda que su correcta atención es un tema de salud pública; un personal médico que pueda prestar su servicio con dignidad; profesionalismo y un entorno que se preste para la protección de la madre y el bebé; un sector privado comprometido con la causa y dispuesto a trabajar de la mano con el Estado y una sociedad consciente de las limitaciones de un sistema, del componente humano y del riesgo médico que implica un parto.

Son muchas variables las que se tienen que dar para que los derechos fundamentales de una mujer y de un bebé sean respetados al momento del parto, pero siendo este el momento más definitivo en la vida de alguien, el Estado tendría que mover todo su aparato para que el servicio que sea necesario prestar se preste efectivamente poniendo por encima el bienestar del binomio materno fetal.

En Medellín, las mujeres y sus bebés, y sobre todo las mujeres y los bebés más pobres de la ciudad, están en un grave riesgo de muerte, complicación grave o vulneración de sus derechos en el momento del parto. Medellín, la segunda ciudad del país, la que se hace llamar “El Valle del Software”, hoy está en una grave crisis por el cierre y disminución abrupta de los servicios de ginecología y obstetricia.

La ciudad que debería crecer año a año en camas para esta atención, viene disminuyéndolas. Varias clínicas y hospitales han cerrado en los últimos años, y lo más preocupante ahora es el cierre de varios servicios más y la amenaza hacia otros al mismo tiempo. Lo anterior causa como efecto inmediato la presión sobre la demanda en las demás instituciones, la sobresaturación de las mismas y el riesgo inminente de colapso, lo que sin duda significa la prestación de un servicio precario, el aumento del riesgo de muerte materno fetal y la pauperización de los pacientes y el personal de la salud.

Las causas, muchas: un servicio que es pagado por un valor menor a su costo real; las presiones y altos costos de la habilitación; la negación de algunas clínicas por su credo religioso a cumplir con algunos requisitos del programa de planificación familiar y el descuido por parte de la Alcaldía de la red pública. Las tres primeras causas son las más complejas de resolver; la última es causada por la corrupción que se ha tomado la ciudad.

Esta crisis está dejando como principales afectados a los más débiles en la escala social: mujeres y niños, estos últimos en teoría, sujetos de especial protección constitucional. Además, al personal de la salud, que está pidiendo a gritos soluciones, lo que parece no importarle a nadie.

El Sindicato Nacional de Ginecología y Obstetricia “SOGOS”, en un comunicado de los últimos días dice “¿Pero entonces, qué hacer?… divulgar esta problemática, mucho más de lo que ya se ha hecho, utilizando los medios escritos (como este), virtuales, privados, estatales, en fin, concientizar a la ciudad y de ahí en más (a nivel regional y nacional)…” (sic)

Así que he aquí mi aporte, utilizar este espacio de opinión que tan generosamente me han otorgado para poner el tema, para hacer un llamado, para recordar que muchas de nosotras somos o seremos madres, pero que sin duda todos somos hijos y algún día estuvimos en nuestro propio parto.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/manuela-restrepo/

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