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La violencia más allá de los golpes

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No todas las señales de violencia son obvias, no todos los abusos son tan visibles como los morados consecuencia de los golpes ni los gritos evidentes al público cuando una pareja discute. Es común escuchar cómo las personas cuestionan a aquellos o aquellas que se quedan en relaciones abusivas, incluso en repetidas ocasiones he escuchado como hay quienes piensan que las personas que siguen en relaciones violentas es porque disfrutan de ellas, porque es sencillo alejarse de quien te causa daño tanto físico como verbal. Encontrarse con puntos de vista reduccionistas es lo cotidiano, pero considero es nuestra responsabilidad educarnos sobre el tema para evitar caer en este tipo de relaciones afectivas, y lograr identificar si alguien que amamos está en una de estas para apoyarles y ayudarles a salir de las mismas.

Todos los días escucho personas hablar sobre relaciones tóxicas y “red flags” como si fuese de lo más normal lidiar con situaciones que claramente son abuso, maquillándolas con anglicismos y palabras que están en tendencia. Darle nombre a las situaciones es importante: decir que tu pareja te abusó sexualmente en vez de “que se le pasó la mano” o que es violento verbalmente en vez de que tiende a “hacer gaslighting”. Nombrar para entender la magnitud de los hechos, para comprender que se está al lado de una persona dañina y no meramente frente a alguien con una personalidad “fuerte”, un hombre o mujer “que solo carece de responsabilidad emocional” o un amor “lleno de adrenalina”. 

La manipulación es casi siempre indetectable porque se disfraza de amor y preocupación, de la imagen latinoamericana del caballero y la dama, un hombre que siempre está pendiente de todo y trata de proteger a su mujer del mal (sin importar que sea a costa de control y rabia), una mujer que le demuestra a su pareja cuánto le ama a través de los gritos y los celos, de los dramas en público y las amenazas constantes.

En el edificio en el que vivo, por ejemplo, existió hace muchos años una pareja que discutía tan fuerte que el ruido atravesaba las ventanas; los gritos llegaban a los pisos inferiores, la mujer lloraba y el hombre gritaba, algo se caía, a algo alguien le pegaba; yo asomaba mi cabeza por el balcón con la esperanza de escuchar más. Llamábamos a los porteros y ellos respondían lo mismo siempre, “es que ellos pelean así”. Nunca supe de qué piso eran, tampoco sus nombres, pero me sorprendió el ver como con cada pelea más me adaptaba al ruido de fondo, a la violencia cotidiana que se convierte en canción, en crónica de un abuso más. ¿Hoy en día intervendría? ¿Hoy en día también manejaría la parsimonia que adopté con esa situación en el momento? por más feminista que sea, a veces lo dudo. A todos el abuso cotidiano se nos ha vuelto paisaje y no sabemos realmente cuando lo que llamamos sin mucha importancia “toxicidad” se convierta en una cifra fatal más.

Rabias que explotan y desencadenan en palabras, palabras que se convierten en objetos quebrados y que puede que no tarden mucho en convertirse en puños.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/mariana-mora/

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