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Luisa García

Complejo de salvadores blancos

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Antes de que algunas personas se molesten, quiero mencionar que hablar de la categoría “blanco” no sólo hace referencia a un color de piel; esta, sobre todo, es una categoría sociopolítica que devela las posiciones históricamente dominantes, hegemónicas y privilegiadas desde una perspectiva decolonial e intersectorial. En esta ocasión, dicha categoría permite manifestar formas de relacionamiento que configuran relaciones de poder jerárquicas, que han dado mayor reconocimiento, patrocinio y escucha a ciertas posturas que otras.

Cuando se habla del complejo de salvador blanco, evidenciamos las formas verticales en que se acercan ciertos sectores y grupos a los procesos sociales. Comúnmente, este complejo conserva características como: I) tienen soluciones a necesidades que pocas veces o nunca las han vivido, pero se consideran los protagonistas de ellas. II) tienden a tener la última palabra, todas las razones, los argumentos y todo el reflector para pronunciarlas. III) desconocen la agencia de las comunidades, infantilizando las capacidades y ridiculizando y “folclorizando” las respuestas que ellos pueden tener para solucionar sus problemáticas. IV) les cuesta el trabajo colectivo y el reconocimiento de este, pues su énfasis está en la exaltación individual, por ende, lo demás es secundario a sus reflectores o relleno para grandes videos y fotos. V) consideran que alguien más necesita su ayuda o apoyo y que la debe recibir, configurando una eterna deuda o agradecimiento por algo que no les fue pedido. Entre otras prácticas, que seguro muches de mis lectores podrán relatarlas mejor que yo.

No obstante, cada vez que nos enfrentamos a jornadas electorales, este complejo se hace presente, extremadamente visible, e incluso llega a convertirse en la estrategia de marketing político para muchos personajes de la escena político electoral. Por esta razón, quisiera nombrar este fenómeno desde ya, pues me gustaría invitarnos como ciudadanía a ser críticos y estar al tanto de estas prácticas y fenómenos, pues ya sabemos por los últimos años de gobiernos locales y nacionales qué sucede cuando llega “el salvador”.

Por ello, que tal si para este año electoral reflexionamos con mayor profundidad lo que aprendimos de las elecciones nacionales, todos los discursos de salvación que nos vendió cada candidato a su modo, reflexionamos cómo nos promocionan individualidades y lecturas de necesidades amañadas, cómo fueron protagonistas sus egos, peleas, desinformación y trayectoria de experiencia de «salvación nacional; y aplicamos estos aprendizajes a nivel local.

Qué tal si esta vez buscamos escuchar más a personas con trayectorias colectivas, que hablen más desde proyectos políticos comunes, con reflexiones humanizadas y reales de la ciudad. Qué tal si, como ciudadanía, somos más críticos a aquellos que se nos venderán como la salvación de Medellín luego de los desastres de Quintero, pero que son incapaces de cuestionar la corrupción de Fico, o los egos y el elitismo del Fajardismo, o las transformaciones sociales de organizaciones sociales de “izquierda” que tampoco se han pensado con vocación de poder y terminaron siendo operadores de proyectos públicos y privados.

Me gustaría vivir un año electoral mirándonos a los ojos, hablando con tranquilidad desde la incomodidad del amor sobre estos temas, permitiendo que sean protagonistas de estas elecciones las personas migrantes que hoy habitan la ciudad, los vendedores ambulantes, las empleadas domésticas que tardan tres horas en transporte público para llegar a sus destinos, los señores que se paran con una pala esperando un camión que los invite a un día de trabajo en la entrada de Medellín. Qué tal si son protagonistas los jóvenes trabajadores de callcenter, las personas mayores que están viviendo en mendicidad en la ciudad, o todos los que están siendo desplazados por la gentrificación y el hambre; que hablen las mujeres víctimas de violencias, entre otros.

Menciono estas subjetividades porque seguro serán invitadas a las fotos de aquellos salvadores blancos, que llegarán de nuevo vestidos con jeans, camisas blancas y cabellos con poco gel, pero que no han construido colectivamente soluciones integrales para ellos y ellas, sino que ahora, con su profundo deseo de responsabilidad social, saldrán con todo su elitismo a creer que salvan la ciudad y que la ciudad los necesita.

Me emociona considerar que la ciudad desea ciudadanías activas, democracias vivas, perspectivas intersectoriales, confrontaciones diversas y mucho callejeo; no grandes discusiones en bares conocidos entre los mismos, que creen que van a salvar a alguien, desconociendo que esta ciudad se salva todos los días, a pesar incluso de sí misma.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/

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