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“Es la economía, estúpido”, es la frase que en las elecciones gringas de 1992 se convirtió en el caballito de batalla de Clinton contra Bush y que hoy le hace falta comprender a nuestra derecha agropecuaria del siglo XIX. Y así como la izquierda es muy hábil en copiar la misma agenda temática y estética en cada país, por este lado nos sería útil tomar nota de figuras como Javier Milei e Isabel Díaz Ayuso, que han hecho de la economía la piedra angular de su imbatible discurso.
El caldo de cultivo es perfecto, soplan vientos de recesión en el mundo y aquí golpean con más fuerza, pues el gobierno de Petro, entre erráticos anuncios y decisiones no logra atajar el ministro Ocampo, ahuyenta la inversión en Colombia y nos deja mucho más vulnerables. El colapso de la economía parece llegar pronto, y estará en el primer renglón de la lista de preocupaciones de los colombianos.
Debe morir esa vieja derecha amiga de los aranceles, de los oligopolios de sus privilegiados amigos sustentados con proteccionismo, esa gente diestra preocupada por imponer la camándula en cada aspecto de la vida. Es el tiempo de una derecha liberal (o libertaria), que idolatre la libertad del individuo en cada aspecto de su vida, su independencia frente al Estado, que abra los mercados y que evite que los intentos por hacer empresa naufraguen en el mar de impuestos que acaban financiando la inmensa burocracia que sostiene las maquinarias políticas.
En fin, una derecha que en vez de estar obsesionada con andar en caballos de raza por trochas maltrechas, que conectan un puñado de haciendas mientras beben el licor departamental fruto del monopolio, piense en clave de autopistas perfectamente pavimentadas para que nuevos emprendedores puedan andar en carros deportivos a todas anchas.
