Palabras, palabras, palabras

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No es lo mismo decir ave que decir pájaro. Roca o piedra. Pasto o hierba. Cada palabra tiene su melodía y debemos hacerle justicia. Eso me lo enseñó mi amiga Carolina Sanín y es la lección de escritura más valiosa que he aprendido.

No es lo mismo decir crisis que decir debacle y eso importa cuando hablamos del planeta. Decir migrante que decir refugiado cuando pensamos en las personas que deben huir si quieren vivir como seres humanos. Llamar revolución al esfuerzo determinado por mantener las mismas jerarquías con nuevos ocupantes es una traición. Esto entendí después de leer una entrevista a Aurélien Barrau publicada por Zulma en Les Apuléenes. En ese mismo texto habla Camus: “la crítica del lenguaje no puede eludir el hecho de que las palabras nos vinculan y que debemos ser fieles a ellas. Nombrar algo con la palabra equivocada es contribuir a la desgracia de este mundo”. 

La lección de escritura es un mandato político: decir futuro, esperanza, cambio, paz, pueblo, sin atender a las sutilezas de su melodía es cometer una injusticia. ¿Qué hacer frente a quienes gobiernan con palabras robadas? Barrau propone elegir la poesía. Volver a encontrar la belleza de las palabras y comprometernos con ella y su justicia.

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