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Luisa García

Juvenicidio en Colombia

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El 12 de agosto se celebró el día internacional por la juventud, excusa perfecta para que hablemos de esta población.

La juventud en Colombia son las personas entre los 14 y 28 años. Se dice que en esta etapa la persona se encuentra en proceso de “consolidación de su autonomía intelectual, física, moral, económica, social y cultural que hace parte de una comunidad política y en ese sentido ejerce su ciudadanía” (Ley 1622 de 2013). Pero ¿cómo va la consolidación de la autonomía del 25% de la población del país?

El DANE informó que la tasa de desempleo juvenil fue del 21,3 % para lo que va del año. Destacando que son las mujeres quiénes se encuentran mayor cualificadas, pero con menos condiciones de acceso laboral, dedicando su tiempo principalmente a las labores de cuidado doméstico no remunerado.

Los que ingresan al mercado laboral, en promedio ganan menos que las personas que se encuentran entre los 29 y 54 años (390 436 menos) y los mayores de 54 años (152 372) (DANE). Haciendo énfasis en que son los jóvenes quiénes más realizan trabajos no remunerados que contribuyen a una dinámica de explotación, con la excusa de que les están dando oportunidades para que tomen experiencia o para que se entretengan.

En 2021, de los jóvenes que de acuerdo con su edad deberían estar en décimo y once, solo la mitad lo estaban. Además, en Medellín, aunque el embarazo adolescente ha disminuido, siguen las tasas altas en los barrios y comunas más populares de las zonas noroccidental y nororiental. (Informe Medellín Cómo Vamos, 2021), sin mencionar los segundos embarazos y sus consecuencias en el empobrecimiento.

Por otro lado, uno de cada cuatro jóvenes de la ciudad entre 18 y 25 años reportó que su estado de salud mental era regular en 2020 (Encuesta de Percepción Ciudadana de Medellín). Es en esta edad dónde se presentan los principales suicidios. Ellos son quiénes más acuden a ayudas de atención, pero los que desertan con mayor prontitud, posiblemente porque no tienen con qué sostener el pago de su atención y hoy, no existen programas en salud mental para adolescentes y jóvenes con enfoque en curso de vida.

Hablando de participación, el año pasado las juventudes se apropiaron de la calle como principal espacio político y construcción de democracia, pero en este país, existe mayor movilización social que participación democrática, pues se reconoce que los mecanismos del Estado no canalizan la demanda social. Dichos jóvenes que salieron a las calles, aún, siguen sin empleo, sin vivienda, sin seguridad alimentaria; los que se nombraron Primera Línea, están siendo judicializados, otros estigmatizados y siguen aguantando hambre. Porque sí, la movilización, fue una marcha de tripas crujientes.

Podríamos también hablar de los Consejos Municipales de Juventud, mecanismo que se reactivó el año pasado y fue de nuevo un instrumento de la política tradicional, votaron menos del 1% de los jóvenes que podrían hacerlo y se eligieron diversas personas que hoy debaten su vida entre los pasajes para ir a las sesiones, pensarse como incidir y también cómo tener más fotos para sus redes sociales.

Algunos están esperando las becas estudiantiles que les prometieron, los cargos públicos y los mercados, otros con un poco más de formación política pero con poca formación emocional, están discutiendo y peleando entre ellos, a causa de los choques que genera el reconocimiento, las inseguridades y un momento vital tan complejo; estando muy solos, con poco acompañamiento, con muchas preguntas y pocos espacios dónde resolverlas, cargando en sus hombros un sistema nacional de participación con poca incidencia en las administración.

Las empresas intentan promover acciones, darle de nuevo una mirada a esta población tan estigmatizada, pero siguen viéndola inferior, la miran sólo con el temor de no ir a dañar sus lujosos edificios. Algunas promueven conversaciones, pero pintan cielos que no son capaces de sostener y luego los jóvenes son los culpables por tener expectativas. Consideran un problema si piden transporte y alimentación porque «los jóvenes quieren todo regalado y cogieron las entidades de panadería», aunque basta ver, cómo se llevan para sus abuelas la alimentación que sobra.

Mientras todo esto pasa, seguimos escuchando que siempre nos falta algo, no tenemos la suficiente experiencia, nos falta la formación, si amenazamos el poder, nos sacan de la conversación. No basta con trabajar, liderar proyectos sociales, pensar y trabajar con otros, adicional hay que ser auténticos, pero con proyectos que toquen el corazón y al mismo tiempo la cifra, no basta con liderar ya todo lo otro, aparte hay que conectar. Aún con esta situación, se intenta, te adaptas, pero luego te dicen que te falta Flow, ser más disruptivo, te falta barrio, calle, corazón, incluso te dicen que te falta juventud.

Adicional, tienes la presión de irte de la casa, porque es momento de «conseguir tu independencia», no es posible que vivas aún con tus papás, cuándo lo que ellos relatan es que son los proveedores de sus familias, teniendo que asumir trabajos que los denigran, que nos les gusta, sólo porque de ellos depende la comida.

Y con todo esto, qué problema si querés romper con los techos, porque entonces eres muy ambicioso, quieres asumir lugares que no te corresponden, quieres ir muy de prisa y te llaman a la calma, y sí presentas crisis, te van a decir, que eres la generación de cristal, pues hoy nos desbarata cualquier cosa.

Pero bueno, también dicen que somos la esperanza.

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