“Decidí dedicárselo al presidente Trump, porque se lo merece” dijo María Corina Machado en entrevista en Fox News luego de ser elegida como la nobel de paz del 2025. Ya había mencionado también, sin la dignidad de la dedicatoria, a las personas que luchan contra la tiranía en Venezuela, al movimiento que ella, en parte, representa. Su saludo a Trump es consistente con la agenda política que ha venido hilando en el último tiempo, una que alienta la intervención armada de Estados Unidos en Venezuela. La justificación de esa posición de Machado es el fracaso de las medidas diplomáticas para acabar con el Madurato.
Esa alternativa es secundada por muchas personas que ven en el ejército estadounidense la única opción para el restablecimiento de las reglas democráticas, allá en la tierra de Juan Vicente Gómez y Nicolás Maduro. En esa esfera pública borrosa que son las redes sociales, un sector de la opinión celebró la mención a Trump, pues el único camino posible es el desembarco estadounidense en las costas venezolanas. Es, dicen, una medida de última instancia para conseguir un fin mayor.
Sobre la manida discusión de los medios y los fines solo decir que los medios también son fines. Lo llamativo en este modo de entender la situación venezolana es el encuentro del polo sur y el polo norte en la justificación de la salida armada para obtener un fin superior. Una parte de la izquierda colombiana sostuvo por años— aún hoy hay quienes lo dicen, pero más pasito— la tesis de la lucha armada como vía de apertura democrática en un sistema político demasiado estrecho. Esas personas veían que las armas eran la única posibilidad para participar en política. Algo similar opina María Corina Machado y sus seguidores en todo el mundo frente a las armas gringas.
Hay buenas razones. La presión internacional y los intentos de solución negociada a la tiranía no han logrado mover a Maduro. La oposición ha sido perseguida, asesinada y encarcelada. La intervención armada extranjera es entonces lo último que les queda. Una medida que ha fracasado estrepitosamente en muchas naciones. Y lo ha hecho porque quiere todo menos restablecer la democracia. La democracia es el manto que cubre los intereses nacionales de los poderosos, y, sobre todo, que tapa el reparto de las tierras y el petróleo.
Aceptar que lo único posible es la intervención militar de Estados Unidos tiene implicaciones. Si se asume eso, se está reconociendo también la desobediencia civil y la insurgencia ante la tiranía, ante el orden injusto. Se está tomando como cierto el verso de Canción del Elegido, en este caso de la elegida: “y comprendió que la guerra, era la paz del futuro”. Y allí entonces, vuelven a converger los polos, como si Mercurio y Marte fueran, por un momento, el mismo planeta.
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