La crisis del fútbol mundial

Han comenzado las ligas europeas y los torneos continentales de clubes en el mal llamado Viejo Continente, donde, sin duda, están los mejores equipos y jugadores del planeta.

La expectativa es alta, porque seguimos buscando referentes, tanto equipos como jugadores, que nos llenen la retina y el vacío dejado por aquellos que han hecho historia en este deporte, empezando por la reciente. Los que marcaron épocas y estilos.

A nivel de clubes, aquellos que han jugado bien y bonito sistemáticamente. El Liverpool de Klopp en sus primeros años, el City de Guardiola en su mejor momento, el Madrid de Zidane en su etapa de madurez, el Barcelona de Pep en sus inicios, el Bayern Múnich en diferentes épocas, el Manchester United de Ferguson, el Barca de Cruyff y el Milán de Sacchi.

Me dirán algunos que estoy ignorando al actual PSG de Luis Enrique. Aunque dio espectáculo, lo disfrutamos y nos emocionó, es prematuro incluirlo en tan selecta lista. Ganó la Champions con sobrados méritos y la Ligue 1 de Francia de manera aplastante. Fue la sensación, hasta que el Chelsea, en el final del Mundial de Clubes, le dio un baño de realidad y le desnudó sus falencias, que en una liga poco exigente como la de su país, no eran notables, pues barría a sus rivales gracias a su abrumadora capacidad ofensiva.

Pero en el fútbol la física es clave: los espacios y los tiempos son determinantes. En la Champions, como no eran favoritos inicialmente, les daban espacio para pensar, jugar y correr, y eso es una ventaja superlativa en este juego. Con jugadores aptos para ese escenario, ganaron en confianza y mejoraron en otros aspectos, pero cuando ya los favoritos eran ellos, como frente al Chelsea, les dieron de su propia medicina y quedó en evidencia que aún no estaban preparados para todos los terrenos. En un juego mostraron sus vulnerabilidades. Ese fútbol total, de todocampistas, que alternan posiciones permanentemente, y que quiere implementar Luis Enrique, tiene todavía mucho para afinar, especialmente al defender. Ojalá y lo logren.

En el plano de las individuales, el trono que compartían Messi y Cristiano Ronaldo, y en el que los antecedieron Ronaldinho Gaucho, Ronaldo Nazario (el “Fenómeno”) y Zinedine Zidane, sigue sin dueño. A Neymar lo mató la rumba; a Mbappe lo están menguando el ego y el individualismo; y el prodigio Lamine Yamal, que es la última figura descollante, tendrá, como el PSG, que confirmar sus credenciales unos años más.

Cuando digo que el fútbol mundial está en crisis es porque hoy no hay un equipo o un jugador, más allá de los que podemos seguir por hinchas o afecto, que ameriten una madrugada, nos fijen a las pantallas y nos pongan a discutir sobre su lugar en la historia.

Por más colectivo que sea el fútbol, siempre buscaremos referentes individuales e inspiradores que sobresalgan del fondo, tengan habilidades particulares y ojalá exclusivas; batan récords y hagan jugadas memorables; que dejen una huella indeleble en los aficionados, como lo hicieron Pelé, Maradona, Cruyff (el auténtico todocampista), además de las figuras ya citadas. Auténticos jugadores, no trabajadores del fútbol.

Sin el encanto de un equipo orquesta y sin los prestidigitadores de “la caprichosa”, como le dice Quique Wolff al balón, el fútbol pierde su hechizo y queda en el limbo, esperando su reencarnación. ¿Tendrá otra vida?  

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-munera/

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