El teatro es el arte de ocultar el artificio, de esconder la mentira de la representación, de invocar la verdad que ya sucedió en otro lugar, en el papel o en la calle. Los actores son fundamentalmente magos, ilusionistas de la realidad, artesanos de la verosimilitud. Deben no solo señalar a la luna diciendo: miren esa luna, sino hacerla aparecer en el escenario. La verdad escénica es el único horizonte del actor. Su oficio es tapar las costuras de la ficción.
Muchas cosas pueden entorpecer este destino. La falta de técnica actoral, las dramaturgias mezquinas o los espectadores con prisa. La verdad en la escena es una casa llena de goteras, el agua puede entrar por muchos lados. Este fin de semana a un grupo de teatro en Medellín se le inundó la casa. Y no he podido saber muy bien por qué. Esto es, entonces, la especulación de un espectador que vio al que fuera el mejor grupo de teatro de Colombia, con el agua al cuello, tratando de llevar al escenario verdades sobre el conflicto armado.
Y digo verdades porque la obra es un collage de postales dolorosas. Unas muy bien logradas, en las que apareció la luna y los espectadores pudimos conmovernos al verla. Pero en general a las escenas les faltó verdad. Hubo una que me molestó mucho. Se lo atribuyo a que fui a ver esta obra en la misma semana de los atentados en Cali y en Amalfi. En ella vimos las sombras de dos cuerpos suspendidos como malabaristas, mientras corría un video de un helicóptero que atravesaba alguna selva colombiana. Se escuchaban disparos y los cuerpos de los actores se contorsionaban con el plomo.
Mi sensación fue la de estar viendo una mentira casi obscena. Esos cuerpos suspendidos artificialmente no eran ni metáfora, ni verdad de los que solo horas antes habían caído en bombardeo. Me dio pudor. El teatro colombiano que se ocupa de la memoria histórica está en el vericueto de representar algo que todavía está sucediendo. Una cosa es interpretar a Antígona y otra la masacre de Segovia. Incluso, una cosa es llevar a escena La Casa Grande y otra la matanza de Mapiripán. Cuando las temporalidades son más próximas a la memoria colectiva el reto de la verdad escénica es mucho mayor.
Hubo otro asunto que también me molestó especialmente. El grupo decidió utilizar las voces de las víctimas y las incorporó en la obra con videos y audios. En una escena vemos a una mujer alta caminar con un parlante colgado como los que usan los raperos improvisadores en las calles, mientras se escuchan los testimonios de personas violentadas en el conflicto armado. Me parece valioso que esa voz de las víctimas se haya escuchado tal cual, sin ningún artificio. Incluso, porque en otras escenas —en una en particular que narra el asesinato de un trabajador— lo que sucede es la representación de esas voces con una falta grave de verdad escénica.
Pero la pregunta es si un parlante es la forma más acertada de incorporar sin máscara las voces de las víctimas. Acá cabría preguntarse, por ejemplo — como lo hizo la persona con la que fui al teatro— por la posibilidad de que sean las mismas víctimas las que cuenten sus dolores. Y ni siquiera como actores, porque no lo son, aunque no sería extraño en un país en el que se recurre frecuentemente a los actores naturales. Pero por ejemplo evaluar la posibilidad de que esas personas estén en escena como narradores. Esa pretensión se choca de frente con la logística que implicaría para a un grupo que además viaja por todo el país. Sin embargo, podrían encontrarse alternativas menos artificiosas que el parlante y la voz grabada, pues la sensación que queda es la de una solución perezosa.
Pese a mi malestar con esta obra, quisiera insistir en la pertinencia de creaciones de este tipo. Las obras de teatro (las películas, las novelas) que reflexionen sobre el conflicto siempre serán necesarias. Algunas han logrado que los espectadores veamos la luna (Labio de Liebre, La Sirga, Los Ejércitos) y a otras, el agua se les ha entrado por todas partes. Igual sigue siendo valioso, incluso, ver el naufragio.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/