Encima de los muertos tibios

Como si me hubiera tragado una bola de plastilina. Así le describía a mi mamá la sensación de malestar en el estómago, cada que comía de más. Era un peso, un desasosiego, un sabor a insecto, un respirar por la boca con la lengua de otro, un recorrer de la saliva por mucosas untadas de un ungüento impermeable…

Ahora que escribo pienso que eso no era indigestión sino angustia. Y lo escribo porque recordé esa metáfora de mi malestar infantil esta semana, en que el país volvió a enterrar a un candidato presidencial. Sería grandilocuente y mentiroso decir que las aburriciones de infancia tenían que ver con el país de ese entonces, el del secuestro y muerte de Diana Turbay, el de los magnicidios. Lo que sí es preciso es contar que mis hijos me vieron la cara de indignación resignada que yo les veía a los adultos cuando en mi casa se encendía el televisor con las noticias: cara negando con la cabeza, labios apretados y exclamaciones del tipo “no puede ser, qué dolor de país”.

Pero son otros tiempos, y la violencia de hoy, aunque escalando, no es la misma que reinó entre mediados de los años 80 hasta entrada la primera década del siglo XXI. Entonces me dediqué a buscar algo de esperanza, que a veces proviene de los actos de grandeza de las personas con poder de influencia; que a veces aflora en los momentos en los que el dolor es el que produce los acuerdos.

Entonces vi el trino del expresidente Uribe, el hombre que despierta una devoción capaz de llenar calles y plazas: miles salieron a protestar contra su condena apenas una semana antes de la muerte del senador: “no llore por Miguel, que Ud tiene bastante culpa”, le dijo al expresidente Santos cuando lo vio en el velatorio. Pura rabia política añejada y fermentada, no causada por la tristeza de una muerte. La rabia de la pequeñez.

Del otro lado, estuvo la declaración del pastor Saade jefe de despacho del Presidente, que habló de la actividad política como una actividad peligrosa. Palabras de funcionario de nivel presidencial que sonaron con la empatía de un interventor de ARL en visita de auditoría. Palabras de cinismo. Como las de Daniel Quintero, el precandidato imputado. Dijo que los asesinos de Uribe Turbay son “golpistas” que quieren desestabilizar y tumbar a Petro.

Y las de Vicky, que transmitió los actos fúnebres como si todavía fuera periodista y lanzó teorías de ocultamiento de la verdad sobre el magnicidio, del que le echó la culpa a Petro y a Santos. Voz de oportunista.

Petro tendría que haberse manifestado antes, desde el discurso de inauguración del Congreso, el pasado 20 de Julio, donde faltaba un senador de la oposición abaleado en el gobierno de la Paz total. Pero lo hizo después de las diez de la mañana del día del luto, en despliegue de su costumbre de llegar tarde a todo.

Busqué la grandeza, aunque ahí no tenía por qué estar, en la familia de la víctima. Cualquier colombiano poderoso o de a pie pudo haberse acercado a despedir a Miguel porque su cuerpo estaba siendo velado en Cámara ardiente y porque la misa del funeral tuvo lugar en una catedral inmensa. Sin embargo, al único que le pidió no asistir fue a Petro y a nadie del Gobierno, aún cuando la de Francia Márquez fue de las primeras voces en oírse y sus palabras de condolencia sonaban sinceras.

Y, con el cadáver tibio de Miguel, como si en cada minuto de espera se escapara el tren del poder, el mismo expresidente Uribe tan aporreado por el duelo, publicó una foto delante de una puerta roja con el siempre engominado y nunca despelucado Juan Carlos Pinzón: la carta nueva, el reemplazo del caído para la Presidencia por el Centro Democrático. Por encima de los que han hecho fila. Juan Carlos, ministro de Defensa de Santos, el mismo que no tenía derecho a dar el pésame por Miguel Uribe.

Aunque vienen elecciones para relevar un gobierno nefasto, la esperanza tampoco está en el relevo por venir si, como se ven las cosas, los actores con poder se arrojan unos a otros tierra de cementerio en la cara. Tierra fértil para que germine otra vez la semilla de la muerte.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-montoya/

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