Líderes que hacen falta

Agosto de 1999: una manta blanca cubre el asiento del conductor de una camioneta que está estrellada contra un poste en el barrio Chicó de Bogotá; con esa imagen el país vio silenciada la risa —y la crítica— de Jaime Garzón. Mayo de 2003: una multitud de caminantes con rumbo a Caicedo (Antioquia) ve por última vez —con vida y libertad— al entonces, Guillermo Gaviria Correa y su asesor de paz, Gilberto Echeverri; los promotores de la filosofía de la No-violencia murieron asesinados en cautiverio. Junio de 2024: Miguel Uribe, el líder de la oposición, da un discurso debajo de un árbol en un parque de Bogotá cuando…

Cuando de nuevo la violencia nos devuelve a la misma pregunta: ¿qué serían si?

Garzón, con su humor ácido; Gaviria y Echeverri, con su convicción en que la No-violencia es el camino y Miguel Uribe con su determinación han sido líderes con valentía y carácter.

En el libro Liderazgo, Henry Kissinger, habla de que son ese tipo de líderes quienes logran movilizar a las personas desde donde están a donde nunca han estado y, a veces, a donde apenas imaginan que pueden llegar.

Ellos —y otros tantos— han elegido con valentía una dirección entre diversas opciones complejas y difíciles y con carácter para mantener ese curso de acción cuando cuyos beneficios y peligros en el momento de la elección sólo pueden vislumbrarse de forma incompleta.

Hoy la lista de quienes aspiran a tomar las riendas del país es extensa; pero de ellos hay pocos con esas características; líderes que unan, que movilicen que sean capaces de llevarnos adonde apenas imaginamos que podemos llegar.

Y es que hay que admitirlo: cada vez parece más difícil imaginar adónde podemos llegar si las armas se vuelven a apuntar contra quien piensa distinto. Colombia está hastiada de imágenes de dolor, por eso requiere de un líder que nos haga imaginar que que es posible hacerlo juntos, que es posible sin violencia, que esos seres y sus ideas harán falta. Mucha falta.  

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