Colombia es un país enfermo: de odio, de rencor, de desconfianza, en las personas en general, y en sus dirigentes e instituciones en particular. Uno de sus sistemas más críticos es el de salud, que está en cuidados intensivos y temo que no va a salir de ahí.
Nos dicen que “los buenos somos más”, mientras en las noticias pulula es la maldad. Las buenas noticias –oxígeno para la esperanza–, parecen sospechosas y hasta subversivas, de nuestro des-orden público. Aun así, existen, persisten y resisten: la bondad también es terca y hay que hacerle justicia, en este caso, a través de la gratitud.
Gratitud con Medicarte, una IPS (Institución Prestadora de Servicios de Salud) que atiende integralmente a pacientes con enfermedades complejas, que demandan tratamiento y medicamentos de alto costo.
Uno de ellos es mi hija, mi única hija, Valeria, que tiene una enfermedad huérfana, y cuyo tratamiento mensual cuesta decenas de millones de pesos, incluyendo medicamentos y acompañamiento interdisciplinar de especialistas. Como familia hemos agotado todas las posibilidades de tratamiento existentes y todos los médicos concuerdan en lo mismo: no hay otra solución humana posible, diferente a la que nos ofrece Medicarte, que la mantiene viva. De otro modo, no podríamos sostenerla.
Es su obligación, sí; porque el sistema así lo exige, pero aquí cumplir el deber es más excepción que regla. Además, entre lo obligatorio y lo digno hay una gran diferencia, y Medicarte la hace, con profesionalismo y calidez. No solo cumple, sino que acompaña; no solo entrega, sino que cuida y está pendiente del detalle y al instante.
En un país donde lo normal es que te traten como ciudadano de tercera, mi hija ha recibido atención de primera, como debe ser con todos los usuarios del sistema. En medio del caos institucional, de las EPS que incumplen, de los pacientes que mueren esperando, de los médicos y las IPS que colapsan, hay quienes todavía mantienen vivo el sistema… y a sus usuarios.
La salud de Colombia está en cuidados intensivos, pero no está muerta, mientras existan instituciones que funcionan como Medicarte y profesionales que honran su vocación, como los que allí trabajan. No escribo para pedir aplausos, sino para darlos. En tierra de quejas y tiempos de furia, esto merece ser contado y exaltado.
Salud y gratitud, infinita, para Medicarte.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-munera/