Eficiencia energética: un aliado silencioso

Actualmente, Colombia se encuentra en una situación energética retadora, por no decir compleja, y no me refiero solo a la energía eléctrica, sino también a otras fuentes energéticas como el gas natural o el petróleo. En la opinión de este humilde opinador, dicha situación se debe a una serie de decisiones que no se han tomado o que han sido mal tomadas, como la disminución en la exploración, el retraso en infraestructura, los frecuentes cambios regulatorios, las metas innecesariamente retadoras de reducción de emisiones de CO₂, entre otras, que nos han traído hasta aquí. Sin embargo, me parece importante aclarar que la situación actual no es responsabilidad única y exclusivamente del gobierno de turno: ha sido una sumatoria de más de 30 años.

En términos de energía eléctrica, las principales fuentes de generación son el agua y el gas natural; la primera puede oscilar entre el 60 % y 75 % de la demanda nacional, y la segunda, cubre casi todo el restante. Eso significa que nuestra generación es altamente dependiente de fenómenos climáticos, y es por eso que, en época de fenómeno de El Niño, la participación de las centrales térmicas incrementa y, así mismo, las tarifas. Además, se trata de un sistema centralizado que necesita de una infraestructura de redes y otros equipos para llevar energía a los consumidores.

Entendiendo que nuestra demanda energética no ha parado de crecer y que la respuesta del sistema nacional no lo ha hecho a la misma velocidad, se han promovido diferentes programas y medidas que incentivan el uso de otras fuentes, como la energía solar y eólica. Lo anterior es una muy buena práctica, pero no constituye una solución definitiva y no viene avanzando al ritmo planeado. Muestra de ello es que, de acuerdo con XM, en los últimos cinco años no se ha logrado incorporar más del 30 % de los proyectos de transmisión planeados y menos del 26 % de los proyectos de generación.

Y si en términos eléctricos llueve, pues en el capítulo de gas no escampa, ya que entidades como Naturgas proyectan faltantes de gas natural para el año 2025 de hasta el 7 % y de más del 20 % para el 2026. Esto se debe, entre otros factores, a la disminución en nuevos pozos (que ha sido de más del 80 % desde 2014), a la creciente demanda del país, a la edad de los pozos actuales y a la falta de nueva infraestructura, como plantas de regasificación o redes de transporte.

Con un panorama como este, vale la pena hablar de un actor del que no se ha hablado mucho pero que viene tomando protagonismo: la eficiencia energética, que no es otra cosa que el resumen de aquella ley que muchos hemos escuchado: “La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”, pero que se transforme en aquello para lo que la necesitamos se entiende como eficiencia.

De acuerdo con el Ministerio de Minas y Energía, y más específicamente en los resultados publicados por el PAI-PROURE (Programa de Uso Racional de Energía) 2022-2030, en Colombia solo usamos el 35 % de la energía que consumimos, es decir, gran parte de la energía que consumimos no se usa para lo que la necesitamos. Esta situación le cuesta al país entre 6.600 y 11.000 millones de dólares, lo que equivale a poco más del 1 % del PIB del país para el año 2024. Este análisis contempla los principales energéticos usados en el país: combustibles fósiles, biomasa y energía eléctrica, así como los diferentes sectores, donde resaltan transporte, residencial e industrial.

Este programa ya había establecido una primera meta de reducción de consumo energético del 9,05 % para el periodo 2017–2022, meta que logramos cumplir en un 30 %, y que para esta nueva versión nos puso la vara en un 10 % para este nuevo periodo. ¡Todo un reto!

Aunque estas cifras podrían verse como una pincelada más de gris para el escenario energético nacional, son todo lo contrario: una oportunidad real y de la que todos podemos hacer parte para mitigar la crisis en la que nos encontramos, pues pone alternativas no solo en el gobierno y los grandes actores de la industria energética del país, sino también en nosotros, los consumidores.

Nuestro escenario de ineficiencia pone en primera fila al sector transporte, donde las principales oportunidades obedecen al cambio de combustibles, migrando al uso de gas natural y de energía eléctrica, entendiendo que el primero tiene menos emisiones que la gasolina o el diésel (ACPM), y el segundo es casi tres veces más eficiente que los combustibles actuales. Sin embargo, esta migración necesita que se tomen decisiones que permitan garantizar la disponibilidad de ambas fuentes en el largo plazo, además de desarrollar políticas sostenibles que permitan acelerar esta transición.

Por otro lado, para los sectores industrial y residencial se presentan diversas oportunidades, entre las que sobresalen la sustitución tecnológica de equipos (es decir, el cambio de equipos viejos e ineficientes por otros con mayor eficiencia), la inclusión de sistemas de control, la digitalización como herramienta que permita tomar mejores decisiones de consumo y la sustitución de combustibles, como la leña por energía eléctrica o GLP.

En este panorama, la eficiencia energética aparece como un aliado silencioso, potente y real que puede ayudarnos a superar de manera sostenible la crisis actual. Entonces, que sea esta columna un espacio más donde se le dé la relevancia que tiene y que abra una posibilidad al alcance de todos para contribuir con soluciones a la actual situación, que sin lugar a dudas nos impacta a todos.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/julio-betancur/

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