La corrupción no es problema

“¡Lo que no deja progresar a Colombia es la corrupción! ¡Somos el tercer país más corrupto del mundo! ¡Se roban 9 billones de pesos anuales!” Son algunas de las afirmaciones más populares para describir el principal problema del país. Hay una creencia, alimentada por peculados y narrativas electoreras, de que la corrupción es la raíz de todas nuestras desgracias. Cada campaña electoral, los candidatos de todas las orillas políticas convergen en su rechazo a la corrupción. En las discusiones cotidianas —en los taxis, en los almuerzos, en Twitter— también hay consenso sobre la centralidad de la corrupción en nuestro atraso como país. “En Colombia hay mucha plata, lo que pasa es que se la roban toda” es la conclusión lapidaria de casi todas esas conversaciones.

¿Pero qué tanto de eso es cierto? La verdad: muy poco. Lo primero que hay que decir es que no tenemos un indicador objetivo de corrupción. Los listados —que se convierten en titulares— en los que Colombia aparece como uno de los 10 países más corruptos del mundo son, en realidad, una mezcla entre sensacionalismo y mediocridad. No hay cómo saber si Colombia es o no el país más corrupto del mundo. Lo que sí podemos conocer es si se percibe como tal. Transparencia Internacional hace un trabajo riguroso para determinar qué países se perciben como más corruptos, pero eso no es corrupción efectiva. Entonces, cuando alguien dice: “Colombia es uno de los Estados donde más se roban recursos públicos”, esa afirmación no tiene cómo soportarse.

Lo segundo es que Colombia enfrenta problemas muchísimo más graves en el manejo de los recursos públicos. En una entrevista reciente en el pódcast Atemporal, Jorge Iván González —exdecano de Economía de la Universidad Nacional y exdirector del DNP— hablaba, con el desparpajo de quien conoce bien el funcionamiento del Estado colombiano, sobre las enormes deficiencias de ejecución en el Sistema General de Regalías, que para 2025 y 2026 tiene recursos por 31 billones de pesos. González mencionaba que esos recursos, que deberían ser clave para el desarrollo del país, se ejecutan en miles de proyectos de bajo impacto. Lo que debería ser un proyecto transformador de la vocación productiva nacional termina repartiéndose como una piñata.

Colombia tiene, además, problemas con las competencias de sus funcionarios públicos y con la consolidación de sus instituciones. El Estado no se ha preocupado lo suficiente por formar, mantener y proteger una burocracia sólida que no esté supeditada a las elecciones. La regla general no son los diseños institucionales que permitan proyectos de largo plazo, de los que depende el desarrollo nacional. Un asunto central en este tema es la forma en que se focalizan las políticas públicas, que muchas veces no llegan a quienes más lo necesitan.

La distribución de la riqueza, la falta de una burocracia competente, las torpezas en la focalización y la ausencia de proyectos nacionales de largo aliento son problemas mucho más determinantes del precario desarrollo colombiano que la corrupción. Ya que mencioné a Atemporal, su creador, Andrés Acevedo, ha planteado esta conversación preguntándoles a muchos de sus invitados e invitadas —que hacen parte de la burocracia colombiana— si consideran que la corrupción es un problema central en Colombia. Todos los que he escuchado han dicho que no.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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