En la foto un bebé sonríe. Sonríe con los ojos y se le hacen unas pequeñas arrugas debajo. Es una carcajada, puedo escucharlo, la boca abierta, las manos quieren aplaudir. El papá está atrás, lo sostiene con la mano izquierda, sonríe, mira a la cámara.
Al papá del bebé le dispararon hace dos semanas en la cabeza. Está en la clínica, muy grave. A su abuela la asesinaron hace 34 años, cuando su papá era un niño: tenía cinco años.
Tengo una foto parecida. La bebé (yo) sonríe. Sonríe con los ojos. Es una carcajada, puedo escucharla, la boca abierta, las manos quieren aplaudir. El papá está atrás, la sostiene con las dos manos, sonríe, mira a la cámara.
Al papá de la bebé le dispararon hace 37 años en la cabeza. No alcanzó a llegar a la clínica, el tiro lo mató dos horas después. Al abuelo lo asesinaron también, cuando su papá era un niño: tenía siete años.
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cambian los nombres
los lugares
El papá de la primera foto es Miguel Uribe, precandidato a la presidencia, político de derecha. Mi papá se llamaba Eduardo, político de izquierda y líder social en un pueblo pequeño.
Es imposible ver el video del atentado a Miguel Uribe, leer sobre lo que pasó y no pensar que un día mi mamá y yo estuvimos ahí. Estamos ahí. Que muchos en Colombia han estado ahí. Están ahí. Que somos un país lleno de víctimas.
Es difícil no pensar en ese bebé, en la posibilidad de quedarse sin papá, de que a su papá alguien le disparó porque en este país es peligroso ser político. Es muy peligroso pensar diferente. Hay quienes creen que las diferencias políticas se arreglan a tiros.
Cuando era niña e insinué mis intenciones de seguir los pasos del papá en la política, la mamá dijo: con un muerto en la familia es suficiente.
En Colombia, sin embargo, nunca ha sido suficiente.
Algunos señalan que volvimos a los 80, pero no es preciso: son otras circunstancias. Cuando mataron a Galán, por ejemplo, ni siquiera teníamos la constitución del 91 y la guerra contra el narcotráfico estaba con toda.
Y no hemos vuelto a esa época, sobre todo, porque la violencia no se ha ido —nunca nos fuimos de ella—, tiene olas más fuertes o menos, solo que la mayoría del tiempo nos parece que no sucede porque está lejísimos. La olvidamos. Le damos la espalda. No es con nosotros ni con los nuestros.
Los líderes sociales y defensores humanos siguen siendo asesinados: en 2024 fueron 173, 188 en 2023, 187 en 2022, 165 en 2021, según Indepaz. Es, en promedio, uno cada dos días.
Qué vamos a hacer para que esa foto de ese niño sonriendo no se convierta en el recordatorio de una ausencia: niños —o esposos o padres o hermanos— a los que les mataron a alguien.
Qué vamos a hacer para que esto que se arma adentro cuando le matan a uno a alguien, un hueco que nunca se llena, no se siga armando en tantos.
Que no seamos un país lleno de agujeros negros, de papás que son una foto. Un recuerdo.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/monica-quintero/