Alguien que sabe que su suerte es poca

En la foto veo claramente uno, dos, tres rostros… pero hay más personas, claro. Lo sé porque se ven sus brazos levantados, sus manos que sostienen las ollas tiznadas por el fuego con el que cocinan y que son las mismas con las que mendigan lo que sea que estén sirviendo con ese cucharón desenfocado que se ve en primer plano.

Cuento trece ollas. Pero sé, también, que son cientos de miles. No ahí, claro, en todo el territorio.

De los rostros que veo hay uno que, claramente, clama. Los otros dos tienen el gesto serio y los labios apretados. No dicen nada. El ruego está en su mirada, mezcla de resignación y rabia, se me antoja.

Los tres son niños, los tres son palestinos, los tres —y los dueños de las otras diez ollas de la foto— piden lo que falta en Gaza desde hace tiempo: comida. Quizás a estas alturas, los sobrevivientes anhelen que sea un misil lo que los mate y no la hambruna.

Allí, en esos poco más de 40 kilómetros cuadrados que mide la Franja de Gaza, donde han llovido bombas y balas que acabaron con la vida de 50.000 personas, ahora la gente se muere de hambre. La comida que llevan las ONG y otras organizaciones lleva dos meses retenida en los pasos de entrada a la franja, donde el ejército israelí los detiene. No dejan entrar comida, no dejan que los pescadores salgan al mar para atrapar lo que este brinda.

¿Por qué lo hacen? ¿Por qué ese esfuerzo por matar de hambre a los sobrevivientes de su venganza llena de fuego y explosiones? Porque quieren y pueden. Y los demás apenas vemos como ocurre sin decir ni hacer nada. O casi nada, que no es lo mismo, pero es igual, como canta Silvio Rodríguez.

Leo que Israel ha destruido sistemáticamente cualquier elemento que sirva para hacer menos inhabitable el poco terreno donde los refugiados creen estar a salvo: retroexcavadoras para retirar escombros, tanques de agua para no morir de sed…

Leo que Morningstar Sustainalytics —una firma que ofrece investigación, calificaciones y datos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) analíticos y de alta calidad a inversores institucionales y empresas— cambió sus criterios de calificación con los que indica el impacto en el medio ambiente de una empresa o su respeto por los derechos humanos, para que algunas que están involucradas con el proceso de destrucción de Gaza no pierdan inversores. ¡Qué acertada la letrilla satírica de Francisco de Quevedo: poderoso caballero es don dinero!

Leo que Israel se prepara para ingresar con sus fuerzas militares y quedarse para siempre en lo que antes fue el último pedazo de tierra que tuvo el nombre de Palestina. Conquistar y ocupar es la nueva orden del criminal gobierno de Benjamín Netanyahu. El camino para reinar sobre las ruinas está plagado con las osamentas de las más de 50.000 personas muertas y los cuerpos famélicos de niños y adultos de este genocidio del que hemos sido testigos, que además ha sido televisado —y aplaudido y celebrado por algunos que aún encuentran justificaciones para la crueldad y la miseria, aunque les interese poco la suerte de los 59 secuestrados que aún restan por volver tras el ataque aquel de Hamas en octubre de 2023—

Leo que la Unión Europea endurece su tono contra Israel, pero Netanyahu y los suyos avanzan tranquilos, porque tienen aliados poderosos y cuentan con el silencio cómplice de muchos más. Ni adentro de Israel ni por fuera hay voces lo suficientemente fuertes para detener el exterminio.

Me encuentro con otra foto. Es casi idéntica a la anterior, solo que en esta hay solo mujeres y más ollas: 21. Más si le sumo un balde y una matera de lata, todas aún vacías, limpias por la ausencia de comida. En esta hay más bocas abiertas, más gente que grita, que pide, que reclama. Hay más desesperación, más tumulto, más angustia. Han de ser madres, supongo. O lo habrán sido, quizá.

Me detengo en un rostro joven, el que la fotografía congeló con la boca más abierta. Tiene los ojos entrecerrados de quien ruega. Juro, por los dioses en los que no creo, que me parece escucharla gritar «law samaht» o «please» o «’arjuk» o «I beg you» o como sea que pueda pedir ayuda alguien que sabe que su suerte es poca y que estas letras no ayudarán en nada, ni siquiera, acaso, para dejar tranquila una conciencia.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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