Mirar aunque duela

A raíz del apagón de la semana pasada en España, la periodista Noelia Ramírez recordó una recomendación del siquiatra de Meta a los moderadores de contenidos que se enfrentan a imágenes atroces diariamente en su trabajo: tener una pantalla alterna con videos tiernos de cachorritos. Pero durante el apagón hubo que enfrentar la vida de otras formas. “Antes, por cada bomba en Gaza, por cada medida en contra de los derechos civiles o de las personas trans, mi amiga y yo disociábamos con clips tiernos para recuperar la fe en algo. Lo que nunca imaginamos es que habría días como este lunes, cuando, incomunicadas, hasta vimos caer el vínculo de los perritos que siempre nos salvan de la realidad”, escribió.

Por esos días se me atravesó en Twitter un video del apocalipsis de Gaza publicado por la cuenta War Monitor con la advertencia de que esas imágenes eran demasiado duras incluso para su autor. Pero yo las vi. Vi lo que pude. Solo diré: calle con charcos de un rojo cegador, cuerpos desparramados como de trapo, alaridos infernales, ojos desorbitados. Mi reacción fue apartar la mirada de la pantalla por segundos y regresar. Ya no sentía el control. Se me cortó la respiración y percibí una especie de desconexión con la realidad. Suspendí el video y a través de una vidriera vi un pajarito amarillo brillante, con la panza hinchada, sobre la rama de un sarro. Me quedé mirándolo y empecé a respirar despacio, como una especie de acto de supervivencia. Repetí tres veces mentalmente: hay un pájaro en una rama, hay un pájaro en una rama, hay un pájaro en una rama. Eso me devolvió al presente en mi casa, lejos de Gaza y de la insania universal. También me hizo preguntarme si me estaba enloqueciendo (me lo pregunto de nuevo mientras escribo y recuerdo que repetí tres veces mentalmente que había un pájaro en una rama). Pero parece que la realidad reclama la búsqueda de lo inocente, de lo limpio, de la belleza que continúa existiendo simultánea e independientemente de la barbaridad.

“El apagón del otro día vino a constatar lo que este siglo se empeña en recordarnos año tras año: que el futuro consistía en que pueda repetirse lo que pensamos que jamás se repetiría y que suceda lo que pensamos que jamás sucedería”, escribió José Luis Sastre. Ahora, a veces, cuando veo un pájaro en una rama, evoco la radicalidad que percibí aquella vez y veo claramente su potencia de rescate, su poder recordatorio, no solo del esplendor que nos rodea, sino de que suceden cosas atroces mientras pasamos velozmente basura en el móvil. También, de que el hecho de que nos estemos agarrando cada uno de lo que puede para no perder la cabeza es, quizás, un indicador del estado del mundo.

Hay dos imágenes más recientes: una fila interminable de camiones llenos de ayuda humanitaria paralizados en una frontera con Gaza y un barco cargado con ayuda destruido por misiles israelíes, todo ello frente a dos millones de personas en hambruna, sin agua, sin techo, heridas, con la memoria y el interior reventados. Me pregunto si, en caso de que hubiera dos millones de animales encerrados sin comida y alguien –no vamos tan lejos como a un estado democrático– impidiera la entrada de ayuda y además los bombardeara, habría escándalo. Ahora, además, ese terrorista que no conoce la vergüenza, anuncia lo que ya tantos sabíamos: su intención de conquista, de acabar con un pueblo para quedarse con su tierra. Y es apenas un murmullo. Escribió también José Luis Sastre sobre el compromiso de “mirar aunque duela. Sobre todo si duele” y dijo que “escoger nuestras indiferencias resulta una de las decisiones más trascendentes”. ¿Qué es lo que sucede? No sé cómo más hablar de esto. Hay un pájaro en la rama de un árbol.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-franco-r/

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