Tres mujeres en guerra

En los últimos meses han caído en mis manos, por esa mezcla de azar, inconsciencia y decisión que acompaña nuestra vida de lectores, tres relatos sobre mujeres guerreras.  Tres mujeres que, bajo circunstancias muy diferentes y en territorios distantes, deciden entrar a la lucha armada insurgente. Todas lo hacen durante los años 70 del siglo pasado en el contexto de la guerra de Vietnam, la revolución cubana, el movimiento de los derechos civiles en EU y las guerras anticoloniales. Dos de ellas, provenientes de familias y vida burguesa, enfrentan dictaduras y, la otra, hija de padres republicanos y trabajadores, enfrenta al gobierno de su majestad Isabel II. La historia de Silvia Labayru es narrada por la periodista argentina Leila Guerrero en La llamada.  Gioconda Belli cuenta su propia vida en El país bajo mi piel. Memorias de amor y de guerra. Finalmente, Patrick Radden Keefe, periodista estadounidense, escribe sobre Dolours Price en su libro (también serie televisiva en Disney+), No digas nada.

Entre tantos relatos, leyendas y exaltaciones del varón heroico y su grandeza (ver a Gustavo Francisco y sus historias del Eme) y de las batallas épicas y tajantes (“esto fue así y tuvo que ser así”), cae muy bien, y es necesario, el retrato de la mujer que decide hacer la revolución. Cambia la óptica, se proponen temas que han sido callados y se hacen preguntas difíciles que escapan al eslogan o al epitafio. Las mujeres, estas tres por lo menos, son capaces de cuestionar la ideología, los sesgos, los paradigmas y los montajes para ir al centro de las cuestiones y para desnudar las epopeyas sobre los hombres en guerra y sobre “sus” revoluciones. 

Gioconda, Dolours y Silvia, por ejemplo, hablan en extenso de cómo la estructura patriarcal de sus sociedades se replicaba en los grupos insurgentes a los que pertenecían. Los sandinistas llegaron a prohibirle a Gioconda la relación con quien sería su último esposo. Dolours y su hermana Marian lucharon durante muchos meses para poder ingresar al IRA Provisional y no quedarse haciendo parte de Cumann na nBam, Consejo de Mujeres, grupo encargado de la cocina, la limpieza y el cuidado de los combatientes machos. Silvia recuerda que en una época denunciar las violaciones era objeto de condena en el mundo militante montonero, porque se perjudicaba la moral revolucionaria y, en algunos casos, el nombre y la “respetabilidad” de los líderes que eran o habían sido pareja de las violadas.  Las revoluciones no eran contra todo lo establecido, compañeras.

Silvia fue secuestrada cuando tenía 20 años y 5 meses de embarazo, desaparecida, torturada, violada e instrumentalizada por sus captores. Tuvo una hija en la ESMA (centro de torturas de la Armada) que fue entregada a la familia de su esposo y cuando en 1978, casi dos años después de su secuestro pudo llegar exiliada a España tuvo que enfrentar la desconfianza y el señalamiento de algunos de sus excompañeros(as) de filas. La culpa del sobreviviente porque “los montoneros esperaban mártires cristianos”, no mujeres violadas que volvieran con opiniones y mirada crítica. Un destino parecido seguramente le hubiera tocado a Gioconda de no haberse exiliado y haber sido capturada por el régimen de Somoza.  Dolours fue capturada, procesada y condenada a cadena perpetua por un tribunal británico por detonar carros bomba en Londres. Estuvo en huelga de hambre exigiendo su retorno a una cárcel en Irlanda del Norte y salió en compañía de su hermana 7 años después en medio de negociaciones entre el Reino Unido y el IRA.

Los tres conflictos en los que tomaron parte Silvia, Gioconda y Dolours tuvieron desenlaces muy distintos. En Argentina, la represión contra la izquierda, armada y civil, fue criminal y sostenida y llevo al exterminio y el exilio de buena parte de sus miembros. En democracia desde 1984, la justicia argentina ha procedido contra la Junta y miles de militares responsables de crímenes durante la dictadura.  La revolución sandinista en Nicaragua triunfo en 1979 y estuvo en el poder hasta perder las elecciones de 1990.  En Irlanda del Norte el conflicto armado terminó por la vía de la negociación con el Acuerdo del Viernes Santo de 1998 desmantelando los grupos armados (católicos y protestantes) sin cambios en el estatus político del territorio.

Las tres mujeres, incluso la “victoriosa” Gioconda, hacen un análisis crítico de su paso por la acción armada. Los costos morales y éticos, las injusticias cometidas y, finalmente, los resultados de la lucha. Dolours Price cargó la culpa de muchas de sus acciones y alegó que el ala política del republicanismo (Sinn Fein) nunca enfrentó sus responsabilidades en la guerra y abandonó a los miembros históricos. Silvia Labayru llega incluso a afirmar que la aventura armada argentina le dio todas las herramientas al sector de extrema derecha para iniciar la represión. Obvio, condena la represión, pero dice que tanto el diagnóstico de la sociedad argentina, como las soluciones que se plantearon para sus problemas fueron errados. Belli, la poetisa nicaragüense, escribe en sus memorias que luego del triunfo militar empezó a ver en sus compañeros sandinistas la dureza del poder que antes habían enfrentado. “Se impuso la mentalidad falta de escrúpulos y principios, populista y manipuladora”.  Daniel Ortega lo ha probado con creces. Tras las grandes narrativas del “hombre nuevo” y del “guerrillero heroico” y por debajo de la búsqueda de las utopías, se esconden las historias de vida y muerte que no caben en líneas de tiempo o historias oficiales. Estas tres voces femeninas invitan a conversaciones que valen la pena.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-londono/

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