¿Los políticos deberían prometer o proponer?

Los candidatos deberían proponer y no prometer. Sin embargo, en principio, siguiendo la definición de ambas palabras, quizá los ciudadanos piensen y sientan que los políticos deberían hacer promesas más que propuestas.

Según la RAE prometer significa: “obligarse a hacer, decir o dar algo”, “asegurar la certeza de lo que se dice”, “esperar algo o mostrar gran confianza de lograrlo”. Es decir, una promesa sería la: “expresión de la voluntad de dar a alguien o hacer por él algo”. Por otra parte, proponer quiere decir: “manifestar con razones algo para conocimiento de alguien, o para inducirle a adoptarlo”, “determinar o hacer propósito de ejecutar o no algo”. Una propuesta es entonces: “proposición o idea que se manifiesta y ofrece a alguien para un fin”.

En este sentido, la diferencia entre prometer y proponer radica más allá de su significado, en la intención que encierra cada palabra. Prometer es comprometerse a cumplir algo en el futuro. Implica un compromiso personal que se asume ante otra persona o uno mismo. Esto, entiendo, hace parte de esas cosas que los ciudadanos esperamos de un político. Proponer, en cambio, sería presentar una idea, plan, sugerencia, etc. para que sea considerada o aceptada por otros. En este caso, no implica un compromiso automático, sino la intención de que la idea sea evaluada, posiblemente, aceptada, y si las condiciones lo permiten, puesta en práctica. Este grado de incertidumbre, también entiendo, no es precisamente lo que se espera en un candidato.

Pensando en lo urgente, la campaña, puede resultar más efectivo prometer, pero en lo importante, el gobierno, es más acertado proponer. En principio, todo candidato debe expresar su voluntad, asegurar que tiene la disposición y obligarse a hacer algo por los gobernados (prometer). Ahora bien, todo gobernante debe manifestar con razones el propósito de ejecutar o no algo, para conocimiento de los ciudadanos (proponer).

El mundo está en constante cambio, cada vez más acelerado. Además, cualquier país, por más aislado que esté, no está exento de las influencias externas y de las internas, aunque las tenga controladas. Un ejemplo de esto ocurrió alrededor de la pandemia del COVID. En Colombia, los alcaldes y gobernadores habían hecho sus promesas como candidatos entre agosto y octubre de 2019, por medio de lo que se denomina un Programa de Gobierno. Sin embargo, después de haberse posecionado en enero de 2020, en marzo, se dieron cuenta que las circunstancias, a partir de las cuales hicieron sus promesas a los ciudadanos unos meses atrás, iban a ser muy diferentes a las que habían previsto para la formulación y gestión del Plan de Desarrollo. Muchas de las promesas que los candidatos aseguraron en campaña que iban a cumplir, no se cumplieron. Y esto no quiere decir que esos mandatarios hayan sido malos políticos por no haber cumplido aquello que prometieron. Eso quiere decir que las circunstancias no se lo permitieron.

En este sentido, creo que los buenos políticos en campaña no deberían hacer promesas, por más tentados que se sientan a hacerlo, sino propuestas. ¿Cómo puede alguien prometer algo que no sabe si las circunstancias, que están en constante cambio, se lo van a permitir cumplir? Para los políticos serios es más conveniente proponer, aunque sea menos popular que prometer. 

Es preferible explicar con razones a un ciudadano por qué no se pudo cumplir aquello que se propuso, que explicarle a ese mismo ciudadano, cargado de las emociones que acompañan la frustración, por qué no se hizo lo que se prometió.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-suescun/

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