De eso tan bueno no dan tanto

De eso tan bueno no dan tanto

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“¿Estás ganando dinero mientras ves este video? Porque mientras yo grabo esto estoy generando cientos de dólares en ingresos pasivos y puedo ayudarte a que también lo hagas!”. Estas fueron las frases iniciales de un video que Instagram me recomendó entre su profundo mar de contenidos. Su autor era un hombre joven, tenía buena presentación personal pero hablaba desde una silla de escritorio normal; y aunque el fondo fuera oscuro, se notaba que estaba en su habitación; la producción evidenciaba no ser de gran calidad y por lo tanto, era discrepante con el discurso que estaba dando.

El joven acompañó la promesa con un par de afirmaciones muy generales que no eran suficientes para entender de qué estaba hablando; además de algunas ayudas visuales: videos de dinero y gráficos de quién sabe qué pero que tenían líneas que iban hacia arriba. El remate era sencillo: “si quieres saber más, visita el enlace en mi perfil”.

Llegué hasta el final porque la curiosidad me pudo; no la de hacerme rico, sino la de entender qué estaba viendo. Al ingresar al mencionado enlace me encontré con la fórmula de la riqueza: un curso virtual al que podía inscribirme por la suma de 20 dólares. La fórmula no era para mí, ni para quien efectivamente comprara el curso, sino para quien hizo el video, quien, vendiendo su “curso” efectivamente genera ingresos “pasivos”.

No es el primer contenido de este tipo que veo en redes sociales, de hecho, me recomiendan mucho este tipo de videos, probablemente porque suelo verlos completos, hago clic en los perfiles y consumo más. He encontrado que entre los muchos de gurús de la riqueza que abundan en las redes, hay distintos perfiles: evaluadores de productos “virales” que sólo son eso gracias a su promoción y que intentan ganar comisiones de la venta de estos sin decirlo directamente; maestros del marketing digital que esconden su genialidad tras productos digitales pagos (cursos, libros, audios, etc.) con los que enseñan a replicar este mismo esquema; cazadores de “pequeños trabajos”* que supuestamente generan muchos ingresos pero nunca hablan en términos de ganancias; e influencers de una nueva ética de la productividad que promulgan las maravillas del esfuerzo aunque ni siquiera han facturado su primer sueldo.

De mi interés por entender estos charlatanes y embaucadores surgió una gran preocupación: el impacto que tienen estos contenidos en niños y jóvenes. El acceso inmediato que tienen niños y jóvenes a las redes sociales los expone a información falsa o cuando menos engañosa y muchas veces mal intencionada -aún si esta no está dirigida hacia ellos-; y que termina por influenciarlos.

He visto ya videos tipo podcast de niños -sí, niños; aunque también de adolescentes- donde hablan de cómo hacerse rico con internet usando la IA, o cómo empezar tu propio negocio en línea; incluso dando discursos inspiracionales sobre comprar tu primera casa a los 18 y sobre el valor del trabajo duro. No estoy hablando de gringos exclusivamente, ya empezaron a proliferar en Colombia jóvenes insensatos, mal informados o tramposos que promueven estos esquemas y discursos.

Siempre me ha gustado esa frase que dice más o menos, que si el esfuerzo bastara, cada madre africana sería millonaria. “De eso tan bueno no dan tanto” solían decirnos los abuelos y quizá sea tiempo de que nosotros empecemos a decirlo también, porque pareciera que la gente de mi generación y los que vienen detrás, lo están olvidando.

*Es difícil definir en español lo que se empezó a promover en inglés como “side-hustle” o “side-gig” que en el lenguaje más clásico se conoce como “odd jobs”, estos son, trabajos o negocios independientes, ocasionales y de pequeña escala que en teoría, se pueden hacer de forma no profesional y con poca inversión.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/

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