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La historia: no como fue, sino como pudo haber sido

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Con copias compulsadas por la Fiscalía General de la Nación y todo el acervo probatorio del caso, las huestes opositoras de la Cámara de Representantes, en la Comisión de Acusaciones, estarían terminando la instrucción para el primer debate del juicio político contra el presidente Rodolfo Hernández, por el caso Vitalogic. Mientras fue alcalde de Bucaramanga, el ahora Primer Mandatario, habría tenido la intención de que un contrato por 336 millones de pesos, a 30 años, fuera adjudicado a tal empresa.

Según las pruebas, la actuación del entonces burgomaestre buscaba que su hijo Luis Carlos recibiera la coima ofrecida por Vitalogic, por 1,5 millones de dólares, si ganaba la licitación. Se esperaría que en la siguiente legislatura, que comienza el próximo 20 de julio, fuera formulada la acusación contra Hernández ante el Senado. En un gobierno cuya bandera es la lucha contra la corrupción, estarían causando malestar supuestas movidas del Ejecutivo para entregar el caso del hijo del Presidente a fiscales de bolsillo y luego a juzgados remotos, para evitar pronunciamientos judiciales en contra. (En Colombia hay cosas que no cambian).

El desgobierno y el desgreño administrativo serían la realidad imperante. Hernández gobernaría lejos de su gabinete, a causa de quebrantos de salud acentuados por la desmoralización que le causaría el contexto político actual. Así, las anheladas reformas para achicar el tamaño del Estado y disminuir los impuestos, que le dieron el mandato, estarían demandadas ante la Corte Constitucional por vicios de trámite y falta de rigor en su formulación, o enredadas en un Congreso ansiando asestar un golpe blando, mediante la destitución del mandatario. (Cambian los hechos, pero la historia es la misma).

Y el país estaría dividido. A casi 15 días de las marchas del Primero de Mayo, promovidas por el principal líder de la oposición, el senador Gustavo Petro, las carreteras seguirían bloqueadas de sur a norte, y de oriente a occidente. Después de incumplimientos y negociaciones débiles entre el Ejecutivo y las organizaciones sociales, el segundo estallido social se habría producido antes de que se cumplieran dos años de gobierno. 

En plena recuperación de los embalses, pero con desastres invernales en la zona Andina y en La Mojana, habría empezado el desabastecimiento en las plazas de mercado; y la inflación, que no había terminado de ceder, se estaría trepando nuevamente a los dos dígitos, sin que nuevas alzas en las tasas de interés lograran hacer efecto.

Representantes de la primera línea habrían extendido su influencia desde Cali y Bogotá, y ahora ciudades como Medellín, Pereira, Manizales, Barranquilla, Cartagena y, hasta la propia Bucaramanga vivirían incendios, saqueos, e invasión de espacios públicos. Habría represión y denuncias por violaciones; desmanes de la Fuerza Pública, jóvenes asesinados o en la cárcel. Las investigaciones no estarían avanzando. Petro sería tímido al denunciar los bloqueos, que tendrían a los empresarios en jaque. En cambio, enarbolaría la bandera de una Asamblea Nacional Constituyente como plataforma presidencial para 2026. (A veces, ni siquiera los personajes y los hechos son diferentes).

Los votantes de Hernández estarían decepcionados y asustados. Por un lado, viendo la inminencia de un gobierno de Marelen Castillo, vicepresidenta elegida por voto popular, ante la enfermedad del Mandatario. Por el otro, sintiendo que el sacrificio que hicieron para detener un gobierno de izquierda habría sido en vano. (Lo de la lucha contra la corrupción no lo creían cierto y además los traía sin cuidado).

La historia hoy es otra, pero el estado de crispación colectiva es el mismo que se ha descrito aquí. La pregunta es si los miedos tribales que nos invaden tienen fundamento: los unos buscan hechos, aunque sean falsos, para demostrarles por whatsapp a sus cadenas de confianza por qué Colombia se va a volver una Venezuela con Petro dictador. Los otros, empezando por el mismo Presidente, buscan hechos, aunque sean falsos, y los publican en Twitter para demostrarles a los suyos que al Presidente lo van a tumbar.

La mejor respuesta está en el Diccionario del Diablo, del periodista decimonónico Ambrose Bierce. Él entendió desde esa época que los seres humanos nacemos, crecemos, nos reproducimos y desarrollamos la inteligencia artificial, aunque tengamos la misma madurez cognitiva de un infante en sus “terribles dos”, un término acuñado por la psicología para referirse al momento en que el bebé, dueño de su primera sensación de autonomía, está convencido de que es el centro del mundo y de que todo lo contenido en él le pertenece.

Bierce define la Política, como un “conflicto de intereses disfrazados de lucha de principios”,  y como el “manejo de los intereses públicos en provecho privado”. Tiene también una acepción para la palabra revolución: “abrupto cambio en la forma de desgobierno”. Y no se olvida del adjetivo “independiente”, tan importante en estos tiempos: “en política, es el enfermo de autorrespeto”.

Que se ocupe cada cual de bajar el tremendismo y la seriedad, y de aguantar estos dos años que quedan, como el que se tapa la nariz y espera debajo del agua el paso de la ola, como me dijo mi amigo Andrés Gaviria, a ver si en 2026 aparecen candidatos que no nos vuelvan a poner a elegir entre dos males.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-montoya/

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