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Los rotos son la esperanza

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“La ciudad de las flores –la costa resplandeciente bajo el resplandeciente cielo azul junto al resplandeciente mar azul, con sus colinas cuajadas de flores para la industria del perfume– está llena de refugiados.” Verano. Ali Smith.

“Nos convencieron del peligro, nos aterramos, y ya no somos poderosos ni justos; solo somos crueles, que es una forma de la debilidad —y pedimos, para disimularla, más violencia.” Martín Caparrós.

Veía esta semana imágenes de niños ensangrentados bajo escombros tras una explosión en Gaza (esto, increíblemente, suena a viejo porque van siete meses de lo mismo). Y veía tanques israelíes avanzar feroces, con soldados hechos monstruos celebrando orgullosos su barbarie, sobre lo poco que quedaba en pie en esa zona abandonada a su suerte, incluido un letrero de “I love Gaza”, como pasando por encima de cualquier posibilidad de futuro, maximizando la humillación y la deshumanización. Es claro que, como afirma la periodista de guerra Mónica García Prieto en el último episodio del podcast Universo No Apto, esto no es ninguna defensa, sino una venganza. Veía el tanque israelí con sus monstruos embriagados de sangre y pensaba en esta idea de Martín Caparrós: “La crueldad es un estado superior de la violencia: la violencia ejercida o contemplada con placer.”

La sociedad que hemos construido, la que seguimos educando de la misma manera, es la capaz de acostumbrarse a ver personas y animales estripados por muros estallados por personas de esa misma sociedad. Niños aplastados, pero no solo niños, porque cada vida sometida a ese salvajismo es igual de bestial. Nadie concibe acabar bajo escombros ni ver a sus padres despedazados.

Pensaba en lo que han perdido los sobrevivientes de Gaza, pero es una lista tan larga, que tuve que pasar a pensar en lo que les queda, que es poco y atroz. Han perdido la mente —están sicológicamente destrozados—, han perdido brazos, piernas, ojos, madres, padres, hermanos, abuelos, sus casas, sus escuelas, sus sueños, sus calles, su ciudad, su pasado, su futuro, un espacio a dónde ir, la tranquilidad, la esperanza. Les quedan retazos de cuerpo vestidos de heridas, y les quedan el trauma y las imágenes del infierno llenando el vacío que hay por delante. Cómo vivir con eso. Para qué.

¿Se imaginan uno agradecer que alguien a quien uno ama, sin quien no concibe la vida, esté muerto, solo para que no le toque vivir el infierno en el que se ha convertido la vida?

Leí que en los colegios rusos, cada vez más militarizados, empezarán a preparar a los niños para la guerra: les van a enseñar a fabricar y manejar drones para matar. Es decir, así como lo que he contado sobre el adoctrinamiento furioso que vi una vez en Jerusalén a soldados muy jóvenes, se educa para odiar, para la venganza. Se inculca la ira en la visión de la vida que apenas se está formando, de manera que haya almas listas para matar. Algo así como hijos educados por padres de los que adoran aquello de “usted no sabe quién soy yo”.

A diferencia de ellos, hay miles de jóvenes llenando las calles y las universidades de distintas ciudades del mundo para quienes es inconcebible que un estado esté masacrando a decenas de miles de personas, desplazando a más de dos millones y matando a un pueblo de hambre, y que las naciones que habitan estén patrocinando esa barbarie. Son jóvenes que no están dispuestos a ser la fuerza de una sociedad basada en la venganza, educada para la guerra, una sociedad sin futuro, la sociedad de la crueldad a la que no le queda nada.

Hablaba con Mónica García Prieto sobre lo poco que hay que saber acerca del conflicto entre Israel y Palestina para tener claro de qué lado estar en este caso: del lado de la humanidad. Alguien cercano a mí llamaba estúpidas a esas personas que inundan hoy las calles. Así como hace Trump. Así como quienes preferirían remplazar la suciedad de Gaza por hoteles de lujo. Esas son las mentalidades que se forman educando en el odio y la crueldad que, como escribió Martín Caparrós, es una forma de la debilidad. Mientras tanto, aquellos a quienes los crueles perciben como estúpidos, esos que ven cada imagen de personas destrozadas como si fuera la primera y se rompen, son la única esperanza del mundo.

Termino con esto del poeta alemán Bertolt Brecht: En los tiempos oscuros / ¿También se cantará? / Sí, también se cantará / Sobre los tiempos oscuros.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-franco-r/

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