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El mejor alcalde y la mejor alcaldía

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Los paisas que usamos bastantes superlativos en nuestro lenguaje habíamos sido ajenos a no tener al Alcalde de Medellín entre los mejores alcaldes del país en cada periodo. Sin embargo, Quintero prefirió ocupar un lugar en el otro extremo de la escala, entre los peores.

Desde una perspectiva histórica, cuando se hace un análisis de esta naturaleza, me parece importante diferenciar entre la institución y quien la lidera, es decir, entre la Alcaldía en conjunto y el Alcalde en particular. En mi opinión, y estoy abierto al debate al respecto, creo que el mejor alcalde que ha tenido Medellín, desde que existe la elección popular, ha sido Sergio Fajardo entre 2004 y 2007, y la mejor alcaldía ha sido la de Alonso Salazar entre 2008 y 2011, más adelante explicaré porqué.

Aprovecharé la distinción anterior para afirmar que Federico Gutierrez tiene la oportunidad en este período 2024-2027, de ser el mejor Alcalde y hacer la mejor Alcaldía que Medellín haya tenido en su historia.

En las elecciones de 2003 Sergio Fajardo se convirtió en un fenómeno de tercería política, superando a los candidatos del Partido Liberal y del Partido Conservador. Hay muchos elementos que contribuyeron en la consolidación del escenario que permitió el ascenso al poder de un movimiento cívico ajeno a los partidos tradicionales que habían gobernado a Medellín desde 1988. Uno de esos aspectos es lo que en ciencia política el autor John Kingdon en su libro Agenda, alternativas y políticas públicas ha denominado como “ventana de oportunidad política”, una perspectiva teórica para analizar cómo un problema ingresa en la agenda, a partir de un análisis de las convergencias y las divergencias de: a) el reconocimiento social de un problema, b) la formulación de soluciones al problema a través de las políticas y, c) los cambios en el contexto de la política.

Cuando existen convergencias en el tiempo y lugar adecuados se acoplan estas circunstancias y se abren las llamadas “ventanas de oportunidad política”. El principal problema percibido por la ciudadanía que contribuyó en la apertura de esa “ventana” fueron las denuncias de corrupción sobre el alcalde de ese entonces, Luis Peréz. El objetivo aquí no es ahondar en su gestión, pero cabe resaltar que Fajardo logró con transparencia opacar la figura de su antecesor, recuperó las finanzas de la ciudad, restableció las relaciones entre la élite política y los grupos empresariales de la región, y con base en los instrumentos de planeación consolidó un modelo de gestión de sus políticas alrededor de la educación con el programa “Medellín la más educada” y del espacio público con el discurso del “Urbanismo social”. Al terminar su período en la Alcaldía, Fajardo tenía una favorabilidad cercana al 90%, además de ser elegido como el mejor alcalde de Colombia entre 2004 y 2007.

La gestión de Fajardo permitió que un candidato de su mismo movimiento político repitiera en la Alcaldía. Alonso Salazar fue elegido para el período 2008-2011, quizá sin el mismo carisma que su antecesor, peró sí con un conjunto de políticas públicas alrededor de lo que se llamó el Modelo Medellín. Alonso contó con buenas relaciones con la sociedad civil y los empresarios, tenía una hoja de ruta clara gracias a la existencia de diferentes planes estratégicos, de ordenamiento territorial y de desarrollo, además de los recursos para gestionar los proyectos importantes para la ciudad. Pero sobre todo, Salazar tuvo a su disposición un conjunto de servidores públicos, formados en la administración anterior, con el conocimiento y la experiencia para implementar las políticas públicas en este período. Al terminar su gestión en la Alcaldía de Medellín, Alonso Salazar tenía una favorabilidad por encima del 80%.

Durante estos mismos períodos precisamente, Federico Gutierrez fue concejal de Medellín, en ambas ocasiones apoyando a Fajardo y a Alonso en la campaña y en la gestión desde el concejo, aunque pertenecía a otro partido político.

Retomando el título de esta columna, en la actualidad confluyen las circunstancias que permiten vislumbrar una “ventana de oportunidad política” para que Fico al final de su gestión sea considerado el mejor Alcalde y haya hecho la mejor Alcaldía en la historia de Medellín.

Por ahora convergen los dos primeros elementos que menciona Kingdon para que se pueda abrir esta ventana: a) la existencia de un problema percibido por los ciudadanos (el desastre que dejó la “administración” de Quintero y las acusaciones de corrupción que recaen sobre sus secretarios), y ; b) un político con experiencia (Fico ya fue concejal y alcalde) y el poder político (ganó con más del 70% de los votos, el apoyo de vários partidos y tiene una coalición aplastante en el Concejo) para cambiar la situación problemática y sacar adelante su agenda política.

Ahora bien, falta la convergencia del último elemento que menciona el autor, la construcción de una política que resuelva las dificultades del contexto que dejó para Medellín el alcalde anterior. Este, quizá, sea el mayor reto que tiene Fico para gobernar en esta ocasión, la inexistencia de un proyecto colectivo de ciudad, que de una u otra forma sí tuvo en la administración 2016-2019, como lo desarrollaré en una próxima columna.

Por todo lo anterior, creo que si Fico logra compaginar la crisis actual de la ciudad, el mandato que le dieron los ciudadanos para desarrollar su agenda política como respuesta a los problemas que dejó la administración anterior y logra formular un buen plan de desarrollo con la perspectiva de una idea de ciudad construida participativamente, puede convertirse en el mejor Alcalde y realizar la mejor Alcaldía en la historia de Medellín.

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