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El derecho a soñar

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En el año 2017, me invitaron de la Gobernación de Arauca para trabajar con la plataforma de juventud de dicho departamento. En esa ocasión, preparamos un ejercicio que veníamos realizando con los jóvenes de Medellín y nos había funcionado. Era una metodología para construir proyectos basado en sueños, no sólo en las problemáticas que identificábamos, sino en lo que deseamos. De manera ingenua, y tal vez con la dosis de arrogancia paisa que a veces nos caracteriza, comenzamos el taller.

Ese día, estaban más de 30 jóvenes de varios municipios de Arauca reunidos; comenzamos en las horas de la mañana y nuestra primeras preguntas para ellos fueron ¿qué se soñaban para Arauca?, ¿cómo les gustaría que fuera su territorio?, ¿cuáles eran sus deseos?

Pasó mucho tiempo y no logramos engancharlos con la metodología que llevábamos; no logramos construir con ellos los sueños y sobre eso construir proyectos. En la noche, como en todas las dinámicas juveniles salimos a bailar y a tomar algo. Allí, no me quedé con la intriga y entre el joropo y el reguetón les volví a preguntar lo mismo.

La respuesta fue mucho más sorprendente. Me dijeron que no entendían la pregunta, ¿cómo así que sueños? Eso qué significa. Intenté explicar un poco que era evocar la imaginación, pensar en un futuro distinto, donde pudiéramos vivir mejor, era, al fin y al cabo, crear, como producto de imaginar otros mundos posibles. Ellos me miraban con extrañeza, seguían sin dimensionar mi pregunta. Luego de conversar un poco más, me preguntan, ¿cómo así? ¿nosotros podemos pensar distinto a lo que tenemos hoy?, ¿podríamos imaginar algo más?, nadie nos dijo que podíamos hacerlo.

En medio del aguardiente, mi corazón se partió en dos, recordé que para todos nosotros el derecho a soñar había sido arrebatado; estar inmersos en dinámicas de conflicto, de guerras que se sostienen por años, de pobreza, corrupción y desigualdad, no sólo afecta la vida en su plano cotidiano, también nos afecta la imaginación. Y si no podemos imaginar, ¿cómo creamos otros mundos?

Desde ese día, aprendí la importancia de promover el derecho a soñar, no desde un ejercicio discursivo y retórico, sino desde la garantía del derecho, es decir, desde su reivindicación, su construcción en términos de proceso y su importancia en los ejercicios de democracia.

Sin embargo, luego de varios años de haber vivido esta experiencia, me encuentro al otro lado del mundo siendo delegada en un evento mundial de jóvenes sin saber bien inglés, sin tener preparado a cabalidad el discurso que debo decir, con mucho temor por enfrentarme a tantas horas de vuelo sola, con lenguas extranjeras y rostros territoriales tan distintos. Me encuentro caminando una ciudad distinta y recuerdo que nunca imaginé esto. Nunca se pasó por mi cabeza y corazón este tipo de oportunidades. No tuve este sueño. Y de nuevo, me siento tan ingenua.

A veces pienso qué pasaría si hubiera crecido en contextos donde esto es una posibilidad. Tal vez estaría más emocionada porque llegó una expectativa que antes había sido creada. Pero no, acá estoy apenas dimensionando. Mientras veo a tantos jóvenes preparados, contando sus historias fuera de sus países, cómo han conseguido becas internacionales, cómo transforman sus territorios desde diversas orillas, y han aprendido inglés en medio también de otras condiciones. Estoy yo, como ellos. Sin embargo, así como mis compañeros de Arauca, sigo sin dimensionar que el derecho a soñar puede tener otras fronteras.

Con esto no quiero invitar al discurso capitalista que si lo sueñas lo logras, no quiero atraer el mensaje individualista y reproductor de frustraciones para quienes habitamos condiciones tan complejas.

Solo quiero contarles que me sigo sintiendo ingenua, que como no lo imaginé, tal vez, tampoco no lo dimensiono. No dimensiono esta sensación que me atraviesa hoy ante una experiencia tan particular que la vida me está regalando. Lo pienso hoy para el mundo electoral y político en nuestro país: nos están quitando la imaginación, nos están de nuevo arrebatando el derecho a soñar.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/

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