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Te va a hacer falta vida

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En este país plagado de tragedias —y de asombros y maravillas también, de solidaridades genuinas y genialidades que brotan de la nada y eso quizá sea lo más extraño de nuestro sino—, en este país de dolores, digo, tal vez el abismo de horror más profundo al que nos hemos asomado es al de los falsos positivos.

Sabemos de cifras, de confesiones, de arrepentimientos y perdones. También, claro, de negacionistas, de silencios arrogantes, de la mudez de quienes se resisten a aceptar su parte en aquella política de exterminio: miembros del estados cazando individuos, vendiéndoles sueños para luego convertir las promesas en balazos. Aquí no necesitamos paredón para que hubiera fusilados.

El que crea que ya lo sabemos todo, que se restriegue los ojos y se lave los oídos. Y aquel que a estas alturas se niegue a reconocer que esto ocurrió se merece el adjetivo de mezquino.

Y ahí está la valiente JEP, que es acaso nuestro espejo para vernos reflejados en lo terrible, señalando que esto no empezó en Soacha en 2007, que las huellas de esta masacre a plazos empezó antes y que en 2002, en el oriente antioqueño, hubo un comandante pidiendo “carrotancados de sangre”, un tipo que algunos llamaron héroe de la patria y premiaron y condecoraron; un personaje oscuro que ha preferido decir, cada vez que ha tenido la oportunidad, que aquello no ocurrió. O que si ocurrió, no tuvo nada que ver con él, sino que fue culpa de esa tropa de pobres que formaron su ejército a los que tuvo que enseñarles hasta a usar el baño. Eso dijo. ¡Qué infame!

¡Sí, Mario Montoya, este asunto es con vos! Con vos y con tus órdenes, con vos y con tu pedido de litros, chorros, río y barriles de sangre… ¡y claro que los conseguiste! Se tiñeron de rojo barrios y veredas de los municipios de Antioquia: fuiste la Parca y mandaste esbirros por San Carlos, San Rafael, Granada, Cocorná y otros tantos poblados más para saciar esa sed violenta. Dice la JEP que pasaste tu guadaña por 16 pueblos del oriente de este departamento montañoso. Porque exigiste muerte a los soldados: se los dijiste de viva voz, lo dejaste por escrito, lo grabaste en programas de radio que llevaron tu mensaje. Y mandaste luego ese discurso violento, infecto, a todos los batallones cuando estuviste al frente del Ejército como su comandante general.

“Te va a hacer falta vida para que compruebes que mi hija era guerrillera”, te gritó la madre de una de tus víctimas. Pero te sobra muerte, Mario Montoya. Y ese mutismo tuyo —vaya uno a saber si es complicidad, obediencia o miedo— no te protege de la verdad, que se ha ido abriendo paso entre fosas y tumbas.

Habrá quien prefiera que sigás en silencio. Hablá, Mario Montoya, contanos cómo, con quién y por qué llegaste a la conclusión que la salida a esta guerra que nada que se acaba, era seguir haciendo correr sangre. Decinos, Mario Montoya, a vos ¿quién te dio la orden?

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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