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7 cerros

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Medellín, Edimburgo, Roma, Estambul y Barcelona tienen una curiosa característica común: Todas fueron fundadas y erigidas sobre 7 colinas. En algunas de estas ciudades estas pequeñas montañas, cerros, montes o colinas tuvieron edificaciones como castillos, bunkers, miradores o casas que las tapaban por completo; en otras como Medellín, aún pueden apreciarse a simple vista sobre el valle –para nuestra fortuna–.

Las siete colinas de Roma han sido parte de la historia y del corazón de la ciudad, situadas al este del río Tíber, son el Aventino, el Capitolino, el Celio, el Esquilino, el Palatino, el Quirinal y el Viminal. La bella Edimburgo ha hecho de sus colinas uno de sus mayores atractivos turísiticos: Arthur’s Seat, Castle Rock, Calton Hill, Corstorphine Hill, Braid Hills, Blackford Hill y Craiglockhart Hill. Estambul tiene sus 7 montes alrededor del Cuerno de Oro y dentro de su muralla, en la llamada «Estambul real/histórica». Son el Sarayburnu, el Cemberlitas, el Süleymaniye, el Fatih, el Yavuz Sultan Selim, el Sultán Mihrimah y el Kocamustafapasa. Barcelona no se queda atrás con sus 7 montes o “turons”, como les llaman: Turó del Carmel, Turó de la Rovira, Turó de la Creueta del Coll, Turó del Putget, Turó de la Peira, Turó de Monterols y Turó d’en Modollell.

Pues bien, en Medellín también tenemos nuestras siete colinas o Cerros, como les llamamos aquí (con el bellísimo adjetivo de “tutelares”, sobre el que me extenderé más adelante). Estas 7 pequeñas montañas verdes con las que cuenta la ciudad están ubicadas en distintas comunas:

  1. El Picacho, ubicado al noroccidente en el límite de la Comuna 6 (Doce de Octubre).
  2. El Santo Domingo, ubicado al nororiente en la Comuna 1 (Popular).
  3. El Volador, ubicado en la zona centro–occidental en la Comuna 7 (Robledo).
  4. El Nutibara, ubicado en la zona centro–occidental de la ciudad, entre las comunas 16 (Belén), 15 (Guayabal) y 11 (Laureles – Estadio).
  5. El Pan de Azúcar, ubicado en la zona centro–oriental en la Comuna 8 (Villa Hermosa).
  6. La Asomadera, ubicado en la zona centro–oriental, entre las comunas 9 (Buenos Aires) y 10 (Candelaria).
  7. Las 3 Cruces, ubicado en el suroccidente en la Comuna 16 (Belén).

Medellín está rodeada de montañas, sus cerros han sobresalido bellamente en el valle elevándose a lado y lado del río como oasis de naturaleza exuberante, concediendo a la ciudad un paisaje mágico. Estos cerros encierran nuestra vida y nuestra historia, para nuestros ancestros fueron centros de culto a la madre tierra (como se ha demostrado con hallazgos en excavaciones por ejemplo en El Volador), las montañas eran sagradas para los primeros habitantes de este valle.

Durante siglos han visto el discurrir de la vida en el valle. Altivos y silenciosos han observado el crecimiento frenético de la ciudad que los ha ido cercando poco a poco, copando lo que antes eran vastas extensiones verdes –las “mangas” de la que hablan nuestros abuelas–, que fueron sustituyéndose por manzanas de casas y edificios que hoy llegan a la base de estos cerros, convirtiendo la mayoría de ellos en baluartes de resistencia de la naturaleza que no cede ante el ladrillo.

Llamamos a nuestros Cerros “Tutelares”, un calificativo bello en el que quisiera detenerme. Tutelar es amparar, guiar, defender, cuidar, proteger. ¿Qué cuidan nuestros cerros tutelares? Para mí, la vida misma y la ciudad, como abuelos milenarios que vigilan y cuidan con amor paternal el valle, el río, las laderas, la fauna, la flora y a nosotros mismos.

Es por eso que debemos insistir en convertir, mantener o potenciar a nuestros cerros como santuarios naturales que cuiden todas las formas de vida que habitan el valle, como pulmones verdes de la ciudad que ayuden a que respiremos una mejor calidad del aire. Para que sean hogar de especies arbóreas, pero además de aves, mariposas, reptiles, anfibios y mamíferos. Para que la ciudadanía pueda visitarlos y convivir en armonía con la naturaleza, desconectándose del frenesí de la urbe para entrar a estos oasis urbanos ricos en flora y fauna.

Pero la enorme cantidad de beneficios que nos entregan, demandan de nosotros compromisos y acciones que debemos emprender con determinación: urge que reconectemos cerros, parques y pulmones verdes de la ciudad, a través de corredores ecológicos que bien pueden ser quebradas o vías bien arborizadas, para que animales y polinizadores puedan desplazarse por todo el valle y no vean sus caminos cortados, en lo que un buen amigo llamó hace unos años la “infraestructura verde azul”. En lugar de seguir construyendo y “expandiéndonos” destruyendo los ecosistemas y santuarios que quedan en nuestro valle, optemos por desarrollar la ciudad implementando soluciones basadas en la naturaleza que nos ayuden a conservar toda su biodiversidad (con la enorme responsabilidad que nos demanda proteger especies endémicas de nuestro valle).

Como dije antes, la altura de las colinas –que nos acerca al cielo–, las ha dotado a lo largo de la historia de una atmósfera de atavismo ceremonial. Se dice que Simón Bolívar, antes de empezar la gesta libertadora, subió a una de las colinas de Roma y juró a Dios que no daría descanso a su brazo ni reposo a su alma, hasta que hubiera roto las cadenas que nos oprimían por voluntad del poder español.

Pues bien, si Bolívar subió a una de las colinas a jurar su compromiso con la liberación del continente, que sea este 2023 –tan crucial para Medellín–, un año para subir a nuestros Cerros Tutelares, agradecer y sellar nuestro compromiso de protegerlos, arborizarlos, conectarlos, y, en últimas, de cuidar toda nuestra ciudad.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-jaramillo/

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