La historia de la reforma laboral, con todas las encrucijadas políticas que se le han ido sumando –sobre todo el voto a la consulta popular–, habla mucho de la visión de Petro y Benedetti del poder. También, para mí, ha sido un punto de conflicto en mis opiniones sobre este gobierno. Explico por qué.
Primero, quizás ha sido el síntoma más latente de algo que ya sabíamos: Petro cree mucho más en las inspiraciones revolucionarias, la lucha de clases y la legitimidad supuestamente otorgada por la población más vulnerable de este país (aunque ya hace rato la mayoría en estrato uno y dos desaprueba su mandato) que en la democracia. Él siente, desde su supuesto frío encierro en la Casa de Nariño, que será el único presidente capaz de representar y encarnar las necesidades de aquel pueblo alejado, campesino y obrero que es el colombiano. Su retórica gira en torno a eso. No desdeño que en una casa que ha habitado muchísimo bogotano despreocupado por lo que pasa en las fronteras más alejadas del país llegue alguien que se preocupe por esos problemas y personas reales. Sí detesto que nuestra democracia, sistema de salud y bienestar tributario hayan sido los que han pagado el precio por su pésima administración.
Pero volviendo a la reforma laboral, en el inicio del final de su mandato, creo que Petro ve aquel documento como un innegociable y eterno legado que deberá dejarle al pueblo colombiano y que son aquellas élites encerradoras, aquellas que se han robado el país y lo han mantenido pobre y hambriento, las que una vez más unen fuerzas para derrocar el espíritu popular. Puede parecer muy pomposo, pero creo que palabras más, palabras menos, esa es la forma en que piensa Petro. La consulta es una manifestación perfecta de esa legitimidad que Petro siente todos los días. Por eso la añora y, en el fondo, creo que celebra que sea el método por el que el gobierno busca llevar la reforma a ser ley. No solo es la reforma; si Petro gana la consulta, su paradigma de legitimidad popular será, de cierta forma, convalidado. Algo que me parece peligroso, pero eso es una historia para otro día.
Por otro lado, está Armando Benedetti, otro desdeñador de las democracias, pero un ajedrecista profesional de su burocracia. La democracia, los gobiernos, son sistemas juguetones con mucho en juego. Son, sin duda –y no pienso que el sector privado no sufra de estos síntomas–, lugares donde los tramposos, manipuladores y ladrones pueden triunfar ampliamente. Benedetti no se aleja mucho de eso. No está en el gobierno (como creo, en parte, Petro) porque le importe ser partícipe de una institución que puede ayudar a millones de personas. Benedetti es como una mosca que se acerca a los faros del poder. Lo atrae estar en la jugada y es un experto chamán en seguir órdenes y hacer lo imposible para el jefe del momento. Es otro camaleón que puede promulgar leyes con promesas corruptas y artimañas políticas para llevarse su tesoro (que hoy creo es estar en la conversación, sentirse importante).
La reforma laboral es su última tarea encargada por el presidente, que se la entrega sabiendo bien que habrá corrupción, promesas y politiquería para que Benedetti, su nuevo mago –reemplazando a Roy–, viole cualquier principio democrático con tal de pasarla. Por eso la consulta es una manifestación tan genial de estas dos fuerzas que se parecen en la forma, mas no en el fondo. Por un lado, es un mecanismo de rescate para aquella reforma para los obreros que Petro siente como un ordenamiento divino, un capítulo importante en los libros que el presidente más ansía leer: los de historia que se escribirán sobre él. Por el otro, es una jugada política excelsa, que solamente un gran maestro del ajedrez político como Benedetti puede jugar.
Por un lado, se votará por aprobar la apelación y revivir el debate sobre la reforma en el Congreso. Por otro, se votará por la reforma presentada por el Partido Liberal, que es quizás más robusta y conciliadora que el borrador inicial. Esto se hará antes del voto final por la consulta popular y es una jugada genial. El gobierno puede perder la consulta, pero la apelación pondría el borrador cerca de ser ley y corroboraría un mensaje del gobierno: que la Comisión Séptima se equivocó al hundir la reforma. Pasar el borrador liberal sería otra avenida para regresar a la reforma inicial. Aunque por ahora, en su primer estado, merma muchas de las propuestas iniciales del gobierno, habría una lucha por volverlas a instaurar para llevar a la mayoría que pase esta ley que ya está sobre los hombros de otro partido.
O sea, de cierta forma, ambas votaciones iniciales son un camino hacia la reforma que parecía muerta. La última votación, la de la consulta popular, es el «hail Mary» perfecto si el gobierno pierde ambos votos. Llegará con aún más impulso para clamar que hay un bloqueo institucional a la reforma y Petro se jugará la presidencia en las urnas. No solo habrá una consulta, sino que habrá más razones para que el pueblo conspiratorio crea que son las malditas élites las que no quieren pasar una reforma.
Finalmente, llego a mí mismo al final de esta discusión. Leyendo las preguntas de la consulta popular, en lo fundamental (sin hacer ningún análisis económico), me parecen un paso correcto en algunas cosas para la ley laboral en Colombia (sobre todo los puntos 1, 2, 7 y 10, aunque el último me parezca algo engañoso). No estoy de acuerdo con todo, y votaría que no en ciertos puntos (el 3, 5, 6, 9 y 11), pero sí tendrían más de un sí de mi parte, un opositor de Petro y su gobierno. Pero si mañana en el Congreso llevan la reforma a las urnas, no me atrevería a votar para validarle a Petro, un presidente dañino para el país, su mandato y añadirle a su ego estruendoso alguna pista de que sí es el mesías colombiano. Tampoco quiero ser cómplice de las artimañas políticas de Armando Benedetti, que es el verdadero autor de esta última jugada por el presidente y su posición en el poder.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-gaviria/