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Manuela Restrepo

“Una mamá es la persona que está”

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"Con el paso del tiempo se forma en nosotras un sentimiento de empatía por las demás, por sus historias, sus realidades y sus formas de maternar. "

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Me tomó 31 años la decisión de ser madre.

Nunca me vi en ese rol tradicional. Nunca me creí capaz de cambiar un pañal, soportar una noche completa con un bebé pegado de mi pecho, limpiar popó y mocos días y noches, entender balbuceos como palabras, jugar horas y horas tirada en el piso y en fin, el sentimiento, la necesidad de maternar no estuvo casi nunca presente en mi vida.

Decidir ser madre es una de las cosas que más he pensado en mi vida. Era una decisión de todo o nada, sin puntos medios, sin matices. Con la autoexigencia que me caracteriza quería, si la decisión era ser madre, estar preparada para serlo. Leí, vi peliculas, documentales, escuché podcast, hablé con amigas. Hice todo lo posible por tener un panorama claro y completo de lo que significaba la maternidad antes de tomar la decisión.

Decidimos entonces, mi pareja y yo, adentrarnos en el desconocido mundo de maternar y un día de febrero la prueba dio positiva. Ya estabamos metidos en esta aventura.

Leí muchas veces que desde que la madre siente a su bebé en su panza, florece un amor inexplicable jamás sentido por aquella mujer. Yo sinceramente sentía mas como un pequeño alien revolcándose en mis entrañas que me ponía bastante incómoda.

Me pasé entonces el embarazo desmitificando esta etapa, viviéndola desde la perspectiva de alguien que nunca se imaginó siendo madre y esperando la cuenta regresiva para el nacimiento de esa niña con la que todos decían, estrenaría el corazón.

Y un día de noviembre me hice madre. Si estrené o no el corazón ese día creo que es otro tema, pero de lo que no cabe duda es que te cambia la vida, te la revuelca, te la destroza y te la reconstruye, te pone frente a un yo completamente desconocido y pone en la cuerda floja todas tus relaciones familiares y personales. Un hijo es como un meteorito que destruye todo lo conocido para crear una nueva realidad.

Con el paso del tiempo se forma en nosotras un sentimiento de empatía por las demás, por sus historias, sus realidades y sus formas de maternar. 

“Una madre es algo que duele. Es herida y cicatriz. Para un niño, una mamá es la persona que pregunta si quiere leche en el chocolate, la que regaña cuando camina descalzo por la casa, la que prueba la sopa primero, se quema la lengua y espera a que se enfríe un poco. Una mamá es la persona que está”.

Leer “Esta herida llena de peces” de Lorena Salazar Masso fue un viaje hermoso, pausado, dulce y sincero al alma de todas las madres, a nuestros temores, nuestros pesares, nuestras culpas y altibajos. Durante sus ciento y tantas páginas logré reconocerme en esa mamá que lucha día a día entre lo que cree que es mejor para su hijo y lo que de verdad quiere hacer. Cada palabra, cada escena de cuidado, de cariño con el niño, me llevaban a la relación con mi niña. Qué texto tan lleno de amor.

Pocos libros han logrado tocarme y revolverme los sentimientos como este. Aún semanas después de haberlo terminado, mi corazón de madre sigue sufriendo ese final injusto que es el de tantas en Colombia, sigue llorando cada imagen que tengo en mi cabeza como si de verdad lo hubiera vivido, con la posibilidad que da la empatía de ponerme en el lugar de todas aquellas que durante décadas han vivido esa realidad. He amado tanto este libro, que ya hasta lo quiero odiar por todas las lágrimas que sigue haciéndome derramar.

Un río, unas matronas, una mamá biológica, una mamá de crianza, un niño, la violencia. Colombia.

Un libro para sentir el sufrimiento ajeno. Un libro para sentir el amor de mamá.

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