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Un enfoque pragmático de política pública

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En las últimas décadas los estudios del comportamiento han ampliado la caja de herramientas de los diseñadores de políticas públicas. Tradicionalmente la utilización de incentivos ha sido una de las formas más utilizadas por los Estados para promover o desincentivar conductas en la ciudadanía. Los incentivos responden a una descripción de los seres humanos como homo economicus, como agentes racionales cuyo comportamiento está determinado por la maximización del beneficio.

Esta visión del comportamiento es parcial y ha sido muy rebatida a partir de experimentos que demuestran que las decisiones humanas están influenciadas por el pensamiento automático, las heurísticas, los sesgos, los modelos mentales, la moral y la cultura. Los economistas neoclásicos consideraron durante mucho tiempo a estos factores como “irrelevantes” en el entendimiento de la conducta humana, pues, según ellos, no había nada más decisivo que el egoísmo y la búsqueda de bienestar individual. Esto tuvo consecuencias en el ámbito teórico frente a la descripción del comportamiento humano de muchas disciplinas y en asuntos prácticos como la formulación de políticas públicas en donde se popularizó el uso de incentivos.

Un ejemplo puede ser útil para ilustrar el papel central de los incentivos y sus límites. El ahorro pensional es una preocupación de los Estados a nivel mundial. Hace un par de años el gobierno de Dinamarca estaba preocupado por el número de ciudadanos que elegían cuentas de capitalización, aquellas en donde las personas, cuando cumplen la edad de jubilación, reciben, en una sola transacción, todo el dinero ahorrado. El gobierno danés quería que sus ciudadanos se trasladaran a cuentas vitalicias en donde los ahorradores reciben una asignación mensual durante el resto de su vida a la hora de jubilarse. ¿cómo lograr esto? si el paradigma neoclásico del egoísmo y la elección racional es cierto, la mejor forma es a través de incentivos. Siendo así, el gobierno dispuso un subsidio para reducir el costo fiscal de las cuentas vitalicias y hacerlas más atractivas. Tener la plata en la cuenta vitalicia era ahora mucho más rentable que tenerla en la de capitalización. El gobierno esperaba entonces, bajo el supuesto neoclásico, una migración masiva a las cuentas vitalicias.

¿Qué pasó? Sólo el 16% de los ahorradores trasladó su dinero de una cuenta de capitalización a una vitalicia. El 84% de los ciudadanos dejó su plata tal y como estaba. Más que ahorradores activos que están analizando todo el tiempo la opción más rentable para maximizar su beneficio, los ahorradores, en su mayoría, son pasivos y se apegan a las opciones por defecto. Es incluso probable que un gran porcentaje de personas ni esté enterado de en qué tipo de cuenta tiene su ahorro pensional. ¿Usted lo sabe? Yo no. Este es solo un caso que demuestra los límites del paradigma neoclásico del comportamiento humano y sus manifestaciones en políticas públicas. Lo anterior no significa que se deban abandonar los incentivos como herramienta para el diseño de políticas. La propuesta de Raj Chetty en ese sentido es a aceptar los estudios del comportamiento como una perspectiva que amplía la caja de herramientas de los diseñadores y ejecutores de política. Chetty propone un enfoque pragmático de política pública que transcienda la pregunta de qué motiva el comportamiento, y cuáles son los supuestos que lo explican. A su modo de ver eso es una cuestión filosófica que no debería agitar demasiado a los “policy makers”. Su preocupación central debe ser como conseguir políticas efectivas. Para ello debe ser pragmático, apelando a la visión neoclásica cuando sea útil y desechándola cuando no lo sea. Lo que sí es cierto, es que se debe ampliar sus herramientas y dejar de utilizar los incentivos del calculador racional para absolutamente todo.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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