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Un buen café es bueno para todos

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La tradición e historia cafetera colombiana ha estado llena de todo tipo de situaciones y es reflejo casi perfecto de lo que vivimos como país y de las condiciones que se han perpetuado a costa de unos y debido a otros.

Teniendo los privilegios que tenemos en términos de clima, ubicación, suelo y riqueza natural, hemos podido sentar unas bases que nos han permitido sostener la economía y la sociedad en buena medida, entendiendo a Colombia como un país agrario, un país del campo.

Sin embargo, en las últimas décadas, a raíz de múltiples factores, el país le ha dado la espalda a su esencia, a su identidad, y hemos preferido resguardarnos en la comodidad y frialdad de las ciudades bajo unas ideas de progreso, desarrollo y libertad, que en teoría están muy bien, pero que, en la proporción en la que lo hemos hecho, nos hemos desconectado profundamente del campo.

Con el café no ha sido diferente, pues ha sido un producto estrella que nos ha logrado posicionar en el mundo, a costa de permitir que los grandes intereses económicos, que prefieren renunciar a la calidad por la cantidad, hayan perpetuado acciones insostenibles que solo los benefician a ellos, pues están desligados de los alcances e impactos reales que tienen.

¿A qué me refiero? Las prácticas agrícolas actuales en el sector cafetero (y en casi todos) que más se ven, están encuadradas en una lógica de sobreproducción, homogenización y desconexión con la naturaleza, logrando altas cantidades de producto. Todo a costa de agotar los nutrientes del suelo, de aumentar la carga laboral de los caficultores, de subir exagerada y descontroladamente los costos de producción, de dejar a los productores en medio de una volatilidad de precios inmanejable y de desincentivar el desarrollo individual y colectivo.

Ya es hora que como colombianos devolvamos la mirada al campo y le demos a cada parte el valor que merece. Hacer las cosas como siempre se han hecho no es una razón. El suelo, el agua, la biodiversidad y las familias campesinas no aguantan más.

Como con todos los problemas grandes que tenemos, los mayores cambios deben venir de las grandes empresas y gobiernos. Pero si nos quedamos esperando a que quieran cambiar, va a ser demasiado tarde. Por eso estoy convencido en que la solución está en cambiar y especializar nuestros hábitos de consumo y el nivel de conciencia que tenemos sobre lo que compramos a diario. Mientras más sepamos y n os involucremos con el origen y el contexto, mejores productos podemos exigir.

En mi experiencia en los últimos años, vi en el café una posibilidad muy valiosa para lograr esto. Si tomamos mejor café, necesariamente va a tener mejor impacto sobre los productores y la naturaleza. Así que la próxima vez que te querás tomar un tinto, pensá en todo lo que está detrás y cómo podés ayudar a cambiarlo.

El mundo del café tiene muchos matices y posibilidades. Sin necesidad de que todos nos volvamos unos expertos catadores y baristas de café, sí creo que es fundamental verlo con unos nuevos ojos al aprender y apropiarnos un poquito más. Si te preguntás cómo, comenzá por acá:

  • Elige cafés que te den información: su origen, sus métodos de producción y beneficio, las características especiales
  • Apoya las pequeñas marcas que tienen contacto directo con caficultores
  • Aprende sobre la producción y preparación de café. Después de eso, ninguna taza de café te va a saber igual.

Si no te gusta el café, el principio aplica para todo lo demás. Es cuestión de abrir los ojos y decidir hacer parte del cambio.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/

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