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Hacer recomendaciones de lectura siempre acarrea el riesgo de la impertinencia. Los gustos literarios o las preocupaciones intelectuales suponen una diversidad que suelen complicar mucho la idea de sugerir qué leer. Más que eso, esta columna es un repaso de cinco libros que leí este año y que por alguna razón me quedaron dando vueltas en la cabeza. No son necesariamente las lecturas más actuales, y en ocasiones, tampoco las más entretenidas. Pero hay un regusto de sabor que queda luego de una lectura relevante. Y ese es el criterio usado aquí.
También, al final de año caen bien recomendaciones de lectura. Ayudan a definir algo para leer por estos días en que el ritmo baja, o sirven para incluirlos en la lista de lecturas para el otro año e incluso para definir un regalo enredado.
La primera recomendación es “Virtudes públicas” de Victoria Camps. La filósofa española escribió el libro por la preocupación de operativizar las conversaciones sobre ética y comportamiento cívico. Muy al inicio señala, como mandato de texto que “la ética no es sino el conjunto de las virtudes o la reflexión sobre ellas: la serie de cualidades que deberían poseer los seres humanos para serlo de veras y para formar sociedades igualmente “humanas”” (Camps, 2019, 31). Aunque hay varias reediciones, el libro no es ni mucho menos una novedad, Camps lo escribió a inicios de los años noventa, pero su preocupación por la humanización de la conversación sobre la convivencia cívica es tan pertinente como siempre.
La segunda recomendación es “Historia de Estados Unidos desde 1816 hasta el final de la guerra civil” de Isaac Asimov. Asimov es más conocido por sus novelas y cuentos de ciencia ficción, pero dentro de una amplia producción de no-ficción, que incluye libros de divulgación científica sobre química, biología y teoría de la ciencia, el escritor estadounidense escribió una serie de libros de narración histórica que abarcan buena parte de la historia universal de occidente. Todos son muy buenos, pero quizá uno de los más llamativos, por la consumación incremental del relato, sea su historia de Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX. El texto es un aterrador recordatorio de cómo las grandes tragedias pocas veces son acontecimientos inesperados y al tiempo, de la dificultad de quienes viven sus momentos previos de intuir lo terrible que será el desenlace.
La tercera recomendación es “Napoleón” de Paul Johnson. Claro, la película lo volvió a poner de moda, pero Napoleón es quizá uno de los personajes históricos más tratados por la literatura y en particular, más presente en el género biográfico. Pero el libro de Johnson es particularmente llamativo porque es práctico sin dejar de ser riguroso y es entretenido sin evitar algunas reflexiones sustanciales sobre el general y emperador francés. En particular, Johnson centra su narración en la relevancia para estos personajes más grandes que la historia del Hado, el destino trazado de antemano y que suele hacer parte de las supersticiones comunes entre personajes poderosos. La historia, señala el texto usando la vida de Napoleón como pretexto, es un flujo de acontecimientos que en ocasiones pueden ser redirigidos momentáneamente por algunas personas, pero es un flujo terco, un río caudaloso y potente y acostumbrado a su curso; siempre a la espera de volver a fluir por dónde quiere y a llevarse por delante a quienes quisieron doblegarlo.
La cuarta recomendación es “La civilización en la mirada” de Mary Beard. Beard es una historiadora clásica británica que ha escrito varios libros muy reconocidos sobre la vida cotidiana y la vida de los césares de Roma, pero este libro es una expresión curiosa de otra de sus facetas. “La civilización en la mirada” es el resultado de una serie de documentales presentados y escritos por Beard sobre el arte y la vida de los seres humanos. Se concentra en la difícil pregunta por lo que constituye “civilización”, una pregunta complejizada por las sensibilidades sobre la diversidad de las expresiones humanas que han ganado reconocimiento en el mundo en las últimas décadas. Beard se decanta por una respuesta muy bonita, encaramada en el recorrido visual del libro, que hace un viaje por la manera cómo los seres humanos hemos mostrado nuestros cuerpos y nuestros hogares, de poner el énfasis en “cómo miramos” y nos representamos. Esa, señala al final Beard, es la seña de civilización, la curiosidad puesta en función de reconocer nuestra humanidad compartida. Y la quinta recomendación, un clásico al que llegué tarde, pero que quizá sea el mejor libro que leí este año: “Momentos estelares de la humanidad” de Stefan Zweig. Es una recopilación tardía de diferentes relatos históricos que Zweig publicó en diferentes revistas y periódicos durante su vida e incluyen desde la caída de Constantinopla en siglo XV, hasta el fracaso del presidente Woodrow Wilson de establecer la Sociedad de Naciones luego de la Primera Guerra Mundial. En el medio, relatos como la escritura de La Marsellesa o la competencia de dos expediciones por llegar primero al Polo Sur refuerzan esa idea caótica que motivaba al escritor austriaco en tanto “aunque miles de energías muevan nuestro mundo, son únicamente esos escasos instantes explosivos los que le dan su forma dramática” a la historia (Zweig, 2020, 13).
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/