Tú no matarás

El Valle de Aburrá es una inmensa contradicción. Se ama con la misma intensidad que provoca salir corriendo de aquí, un monstruo que todos decidimos combatir desde adentro, por lo menos quienes nos resistimos a ese destino cruel de ser una sociedad de escaparate, a la merced de los deseos de extranjeros, en la que reina el desprecio por la vida, la mezquindad humana y el egoísmo.

Quizá lo que vemos hoy es mi versión menos favorita desde que tengo memoria, o quizá la que más ajena me hace sentir. Nos acostumbramos a la violencia que asesina y calla, mientras le gritamos al mundo que superamos el pasado que nos marcó para siempre con el narcotráfico, no hay falacia más grande. Repetimos incansablemente nuestra historia, solo que hoy a través de otras caras que no son visibles, seguimos cimentando nuestra moral sobre el exterminio del que piense o diga diferente. La ciudad de la prostitución, las drogas, la pobreza, la gentrificación, el hambre, la exclusión. No hay concierto de talla internacional que pueda ocultar esa realidad que decidimos convertirla en innombrable, como para soslayar la responsabilidad de asumirla.

No me malinterpreten, no estoy anulando las posibilidades de hacer las cosas diferente, sin embargo, es difícil pensar en ellas cuando seguimos siendo completamente controlados por grupos armados que tienen presencia en toda la ciudad y siguen reproduciendo toda la cultura narcotraficante que bien aprendida tenemos. Todo esto mientras vemos un Estado inoperante e incapaz de ponerse del lado de la gente.

Todavía encuentro regocijo en los procesos populares, comunitarios y de mujeres que día a día luchan contra el infortunio, aun cuando hablar y nombrar las cosas por su nombre puede costarnos la vida, pero ocurren cosas como las de Sara y no puede una pensar ni sentir nada distinto al miedo y la impotencia.

¿Qué sociedad queremos dejarles a las futuras generaciones? Es una pregunta que deberíamos llevar en la cabeza todos los días, y la respuesta solo se puede tejer en el quehacer del presente y de lo cotidiano, por eso el panorama es tan desalentador hacia el futuro, cargamos los mismos problemas de hace tres décadas, solo que ahora podemos percibir las rentas vendiendo cualquier cosa, obnubilados y en silencio, aceptando obedientemente nuestra propia sentencia de muerte.

Medellín, tú no matarás. 

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/sara-jaramillo/

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