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A propósito del ánimo pendenciero que ha rodeado estos últimos 3 años el gobierno que está al frente de Medellín, me voy a permitir contar una historia personal de cómo el buen trato puede cambiar completamente las formas de trabajo en una organización.

Hace algunos años llegué a dirigir una organización con más de 30 años de existencia, que es de un tamaño considerable, está bastante consolidada en el territorio en el que opera, cuenta con un equipo multidisciplinar de unos 50 colaboradores permanentes y su presencia abarca varias regiones del país.

Mi ingreso fue caótico. No tuve la oportunidad de tener un empalme adecuado, no recibí la información que uno espera al tomar las riendas de una organización y me encontré con un equipo de trabajo completamente desmotivado y huyendo en estampida hacia nuevos trabajos y otras oportunidades laborales. Además, había empezado la pandemia.

Lograr coordinar un equipo a distancia y que además no me conocía era muy complejo. Además, era un equipo que estaba sin entusiasmo, no veía un futuro prometedor en la organización y tenía un desánimo y un desgano generalizado, situación que solo logré comprender un tiempo después de mi ingreso.

Al principio, trabajar con un equipo con total desinterés, pero además buscando de manera urgente trabajo por fuera, implicaba una dosis extra de paciencia y de esfuerzo por parte mía y de quien es hoy un gran amigo que me acompañó desde el inicio de esta aventura.

Las conversaciones de trabajo eran altaneras, los comentarios en las reuniones retadores con nosotros “los nuevos” y, en general, se respiraba un ambiente de hostilidad que hacía muy difícil alcanzar cualquier resultado.

Nunca ha sido mi estilo ni mi forma trabajar en un ambiente así. Me encanta trabajar, pero trabajar bueno, esto es, con respeto y en un ambiente agradable que invite al crecimiento personal y profesional. Poco a poco comencé entonces a hacer lo que sé hacer en el trabajo: conversar.

En medio de la virtualidad, porque no tenía otra opción, hablaba con la gente, y no solo de trabajo. Conocí sus vidas: me hablaban de su familia, de sus amigos, de sus gustos, de sus sueños, y por supuesto cada vez más me fueron diciendo que era eso que les pasaba que hacía que su productividad fuera prácticamente nula.

Tenían, la mayoría de ellos, años soportando un ambiente de trabajo hostil. Gritos, golpes a mesas, palabras humillantes, desprecios, machismo y discriminaciones. Eso era lo que reinaba y por lo tanto, ante mi llegada, ellos solo estaban replicando el comportamiento al que estaban acostumbrados.

Para resumir la historia, logramos, colaboradores nuevos y viejos, tender unas relaciones armoniosas. Nos conocimos, me escucharon y les escuché; creamos lazos de confianza y alcanzamos resultados durante los tres años posteriores, que fueron históricos para la organización.

La productividad subió, la creatividad tuvo momentos de alta efervescencia y aun cuando no estábamos de acuerdo, lográbamos empujar la organización hacia la meta deseada. La clave más importante, sin duda, fue el buen trato y el respeto.

Cuando trabajamos en un entorno hostil, la concentración y la energía se desvía hacia la disputa y se pierde de vista el verdadero objetivo.

Esto nos está pasando en Medellín. Solo préstenle atención un momento a las conversaciones con amigos o familia sobre la ciudad, a las redes sociales, a los titulares en los periódicos y por supuesto a los mensajes del alcalde y la gestora social. No encontramos más que peleas y malos tratos. Un entorno hostil que ha sido caldo de cultivo para todos los problemas que hoy nos desbordan como ciudad.

No quiero decir que debamos erradicar el disenso. Para nada. Este es tan real como necesario. Lo que quiero decir es que la ciudad, así como una organización, solo podrá salir de este contexto caótico el día en que logremos conversar, tranzar las diferencias de manera respetuosa, erradicar los ánimos de confrontación y ponernos una meta en común.

Tratarnos bonito. Finalmente la vida se trata de eso.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/manuela-restrepo/

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