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Me rompen el corazón y acto seguido pido perdón, me siento culpable por alejarme y si me tiraran una piedra respondería con empatía. Perdono, aunque no quiera perdonar y comprendo lo incomprensible porque más que un verdadero deseo de hacerlo, siento un imperativo moral. Entre dos siempre seré yo la responsable de ser “la persona más grande” así quien esté a mi frente no lo merezca, así el dolor me consuma y mi cerebro me pida a gritos una respuesta diferente.
Ser «the bigger person» según el internet significa tomar la decisión consciente de actuar de manera más madura y responsable en una situación conflictiva o difícil, a pesar de las emociones negativas que puedan estar presentes. Esta actitud existe tanto en hombres como en mujeres, pero mi experiencia muestra que son las paisas quienes mayoritariamente la han adoptado. Es sentarse con las piernas cruzadas, respirar profundo, escuchar y evitar el brote natural de las emociones, una posición medio Milenial sobre la vida donde analizamos los problemas y las discusiones buscando nunca quedar como los villanos, salir de cada situación por la puerta grande.
Antes de utilizar esta expresión las personas también hablaban del mismo espectro como Ho´oponopono, un antiguo método hawaiano de resolución de conflictos y sanación emocional que está basado en el perdón, la reconciliación y la liberación de la culpa; es la posibilidad de soltar esas emociones negativas con el pecho en alto, abrazando el dolor y disculpando a quien tenemos al frente. Ser «the bigger person» suena como la estrategia perfecta para habitar el mundo en paz pero las preguntas al respecto siempre me brotan. ¿Todo se puede perdonar? ¿La reconciliación es necesaria en cualquier proceso de sanación? ¿Perdonar al otro implica dejar de priorizar mis propios límites?
Me gustaría empezar a esbozar respuestas a mis dudas pero se juntan factores como que soy hija única, que me eduqué en un colegio femenino de monjas y mi signo es cáncer para evitar mi claridad al respecto. Para tolerar lo intolerable me enseñaron a partir de la condescendencia, de maternalizar a los otros para así lograr entender sus comportamientos, darles justificación y convencerme a mí misma que no todos tienen la capacidad de priorizar al prójimo antes que a sí mismo, como si el segundo comportamiento fuera más deseable y correcto. ¿Por qué asumir que las personas son incapaces de tener otro tipo de comportamientos? ¿cuál es mi necesidad de moralizar cada gesto ajeno y compararlo con la forma en la que yo hubiese actuado si fuese el sujeto en cuestión?
No me pienso moralmente superior por perdonar, mucho menos por poner al otro por encima de mi misma en tantas situaciones; puede que mi búsqueda por ser “The bigger person” nazca de mi rechazo a la confrontación o de la búsqueda de mi propia paz, porque entiendo que hay guerras que es mejor no dar y personas con las que cualquier otro tipo de gesto más allá de la “comprensión” solo se presta para mi propio desgaste emocional. Puede que tanta empatía, más que una muestra de bobada de mi parte, sea la forma menos caótica que encuentro para navegar el mundo.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/mariana-mora/