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En tiempos de tanto ruido y desinformación, en los que parecemos más interesados en replicar noticias que en construir opiniones; en tiempos en los que opiniones sin fundamento tienen más influencia en la sociedad que el debate y las ideas; tiempos en los que es cada vez más difícil encontrar información veraz, que no caiga en el juego insípido y manipulador de la política… todo esto, en una de las épocas más coyunturales del país en lo que va de gobierno, me remite a la necesidad de hacer que sean los tiempos de las conversaciones y los los debates para superar esta espiral interminable de odio e ignorancia.

El gobierno ha sido coherente en ser reformista de los sistemas más neurálgicos del país, que desde hace varias décadas ya se proyectaba su desplome, tales como el de salud, el pensional, el laboral, etc.. Sin embargo, omitió una ecuación importante: acercar el debate técnico a la ciudadanía para la generación de consensos y legitimidad social. Utilizar conversaciones con más propósitos sociales que electorales (o de reelección como vimos), para hacer ver que no era el fin del mundo, ni la llegada del comunismo al país,  ni el fin de las EPS. Salir de la burocracia que otorga la institucionalidad para explicar por qué si la población envejece, mucho más de lo que nace, es un problema colectivo futuro.

Un gobierno se mide también por su capacidad de generar consensos, y en este punto, ha sido más el talante autoritario a la medida del ego de un gobernante y sus contrarios,  que el aliento  democrático para generar alianzas público-privadas que pusieran el bienestar y la dignidad humana de  la gente en el centro. Y esto no es solo un accionar en el que ha incurrido el gobierno, hoy el sector privado poco o nada ha sabido generar conversaciones con el sector público, están apenas aterrizando en la gestión social de sus empresas, a darse cuenta que las demandas sociales ya trascienden a la generación de utilidad y se enmarcan cada vez más en los retos ambientales, culturales, y de desigualdad que afronta el mundo.

No hay una sola manera de salir de este bucle lleno de especulación y egolatría. Pero creo que un buen punto de partida es sentarnos a hablar. Hablar sobre por qué la reforma a la salud no era lo que el país necesitaba y no sobre Petro. Hablar de los pros y contras de la reforma pensional y laboral que cursan hoy en el congreso, y no de Petro. Hablar sobre por qué no es necesaria una constituyente para lograr aplicar el acuerdo de paz firmado en la Habana, y no de Petro.

Hablemos de los sueños de país más allá de Petro y más allá de todas las individualidades políticas que hoy parecieran estar hambrientos de poder y viendo cómo organizan las cuotas para las próximas presidenciales. Merecemos más de lo que está haciendo la oposición, tan insulsa y mediocre. Podemos hacer más de lo que está haciendo el centro que equivale igual a la nada y el cero.

Tenemos que hablar.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/sara-jaramillo/

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