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Revolución sin condescendencia

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Publicó Valeria Mira en «X»: «¡Señores! Vengo con un dato impresionante: PUEDEN COMUNICARSE CON MUJERES SIN TOCARLAS. Escuchamos igual, incluso mejor, sin que reposen las manos en nuestros hombros o sin que nos rocen los brazos. Dale RT para que todos puedan acceder a esta valiosa información».

Nos dicen “exageradas”; que “ya no se nos puede decir nada”, cuando menos. Que ahora no hay cómo tratarnos. Que si bruscos malo, que si “cariñosos” peor. Señores, pues la noticia es más grande: el cuerpo de cada mujer le pertenece solo a ella.

Esas maneras de relacionarse con nosotras, insistimos, ya no son válidas. No tiene sentido que un hombre desde su cargo de poder se relaciones con las mujeres, subalternas casi siempre, desde el tocamiento y el discurso que las minimiza. Aquí el ejercicio de autoridad pretende matizarse, es decir, se toca el cuerpo pretendiendo que la orden no suene “tan fuerte” y se infantiliza a la profesional: recurren a diminutivos, a apelativos y frases contra hechas.

Y aquí el suceso se pone peor. Conversando con mujeres muy distintas en edades, roles, profesiones y gustos, muchas comentamos que ante esos pequeños actos cotidianos de micro-machismo no sabemos cómo reaccionar. El silencio y la sonrisa incómoda suelen ser la respuesta. El voltear para otro lado, “no parar bolas” y seguir el día, al fin y al cabo, no podemos arriesgarnos a hacerle un “desplante” al señor.

Entre amigos y con nuestras parejas, tal vez, sea más fácil para algunas plantear la conversación e indicar qué es lo que nos molesta. Sin embargo, en los ámbitos laborales las cosas son a otro precio. Una practicante contó en clase que no sabía qué hacer ante los “chistes” de doble sentido del jefe. La abogada de aquella firma sigue sintiéndose terrible cada vez que el jefe se ubica detrás de su silla, le toca lo hombros, insinúa un “masaje” y le dice, “¡estás muy tensa!”.  

La opción, muy difícil, será renunciar a la sonrisa incómoda y al silencio. Será, sin violencia, pero de manera contundente, preguntarle al señor: ¿qué quiere decir ese chiste?, ¿dónde está lo gracioso? Valdría la pena preguntarle a ese jefe si el mismo “masaje” se lo hace a otros hombres de la organización.

Esto es una revolución, y seguiremos ganando espacio. Sí, señores, ya no es igual que antes; sí, cada vez somos más dueñas de nosotras y no esperamos condescendencia “estratégica” ni que nos traten como niñas incapaces. Avanzaremos rompiendo las cadenas y también los delgados hilos del machismo; y sí, seguiremos defendiendo la dignidad de nuestra existencia en lo mínimo y en lo máximo.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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