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En la Riqueza de las Naciones, Adam Smith, el faro del liberalismo, escribió: “ninguna sociedad puede ser próspera ni feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables”. Smith, quien inspiró parte de la filosofía moral contemporánea, es categórico frente a la necesidad de construir pactos sociales que no marginen a gran parte de su población. La pobreza y distribución de la riqueza, contrario a lo que se cree de manera general, son asuntos de especial relevancia en su trabajo.

Hoy, cuando más de 1.300 millones de personas se encuentran en pobreza multidimensional según PNUD y cuando la pobreza monetaria viene aumentando en los últimos años, la sentencia de Smith cobra especial relevancia. La pobreza y la distribución de la riqueza son las cuestiones más importantes de la política. No hay una situación que merezca ser atendida de manera más urgente que la privación de las libertades que trae la pobreza. Esto es una perogrullada frente a la que hay acuerdo hace décadas. Distintos organismos multilaterales lo declararon insistentemente durante el siglo XX sin que el panorama se haya modificado verdaderamente. El pronunciamiento más reciente al respecto fue la realizado en 2015 con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La pandemia mundial por Covid 19 dio nuevas dimensiones a la discusión pues acabó con un tímido pero sostenido descenso en el mundo de la pobreza monetaria extrema. La discusión frente a las acciones de política para recuperar el camino de la reducción vuelve a estar en el centro del debate. Sobre esto, los ganadores del nobel de economía en 2019, Esther Duflo y Abhijit Banerjee, aseguran que es tiempo de modificar la forma como tradicionalmente se ha abordado la pobreza.

En su libro “Repensar la pobreza” Duflo y Banerjee afirman que la mayoría de las políticas no responden a la evidencia científica. Las acciones de gobierno frente a la pobreza son una mezcla de lo que ellos denominan las tres i: ideología, ignorancia e inercia. Por años, los gobiernos han adelantado programas basados en preferencias políticas (izquierda/ derecha) y en una especie de criterio consuetudinario (esto es lo que se ha hecho). Los autores ponen en duda que acciones más o menos aceptadas, como la ayuda recibida por los países pobres en nombre de la “cooperación internacional”, no cuentan con un criterio objetivo que mida su eficacia, es decir, no es posible afirmar con mediana certeza si son beneficiosas o no.

En ese mismo sentido, cuestionan también las transferencias monetarias directas, política que ha sido muy utilizada por distintos gobiernos nacionales como respuesta a un diagnóstico basado en las denominadas “trampas de la pobreza”. Los autores reconocen que esta medida es eficaz en muchos casos pero critican que se asuma como la única alternativa para remediar el problema en todos los contextos.

La propuesta de Duflo y Banerjee es alejarse de las recetas universales basadas en criterios poco confiables. Proponen considerar cada caso particular y utilizar el conocimiento científico producido en los últimos años para encontrar la mejor herramienta en cada contexto particular. Esto es costoso en términos políticos porque supone el ensayo y el error, la posibilidad de experimentar, y pone en duda la infalibilidad papal con la que hemos asumido a los gobiernos. La lucha contra la pobreza, y en general el abordaje de los problemas públicos, requiere un enfoque que se acerque más a la evidencia y menos a la especulación matizada con buenas intenciones.     

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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