¿Qué nos pasa?

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Como nunca antes estuvo la semana de “San Valentín” en Colombia. Normalmente, esta semana se celebra en países como Estados Unidos el día del amor y la amistad, celebraciones que hemos ido adoptando y tropicalizando en Colombia.  El día de “San Valentín” se remonta a Roma, al siglo III, con la muerte de Valentín, un sacerdote sentenciado por celebrar en secreto matrimonios de jóvenes enamorados, es decir que el propósito de esta festividad es, precisamente, honrar a los enamorados y especialmente al amor.

Sin embargo, esta semana en Colombia estuvo movilizada por eventos que, incluso, dejaron de lado ese sentimiento que es el amor, o se reemplazó por el amor hacía un “líder” o en contra de un “líder”. El 14 de febrero hubo una movilización en pro del presidente Gustavo Petro y el 15 de febrero la oposición se tomó las calles para protestar en contra de las reformas que promueve el mismo.

Además de las protestas, estos dos días fueron sumamente relevantes para la ciudad de Medellín toda vez que se inició el proceso penal en contra de la secretaría de educación de la ciudad y otros implicados por un supuesto caso de corrupción del programa Buen Comienzo y, a su vez, se promocionó como nunca antes había visto el concierto de RBD, en donde se cerró una de las calles más emblemáticas de la ciudad (Provenza) y se contrató tarima para su lanzamiento.

Estos eventos en particular me han llevado a reflexionar y observar problemáticas muy graves que vienen sucediendo en nuestra sociedad y, seguramente, no sólo en Colombia, sino en muchos otros países de latinoamerica y el mundo.

En primer lugar, las marchas evidenciaron la tendencia de la polarización excesiva. Mucho se decía que la pandemia haría de nosotros una sociedad mejor, más empática, respetuosa por el otro y nos uniría para buscar un mejor futuro como país y como planeta. Pero, al ver los resultados de las elecciones del año pasado y lo que sucedió el día de los enamorados, se evidencia una sociedad cada vez más fragmentada y polarizada; pareciera incluso que salimos peor a como entramos a la pandemia.

En segundo lugar, dentro de las mismas manifestaciones, pudimos evidenciar violencia contra periodistas que tienen ciertas afinidades políticas, agresiones contra candidatos (qué dicho sea de paso, considero que uno en particular lo hizo para provocar y la gente picó el anzuelo) que estuvieron presentes en las marcas. Estas marchas nos mostraron lo polarizados que estamos y la poca posibilidad de cerrar la polarización, pues la palabra “conversación”, “escucha” y “respeto” las hemos olvidado.

Y, en tercer lugar, cuando se presenta un caso tan grave de corrupción donde se afectan directamente a los niños de la ciudad, aún permitiendo el derecho de defensa y la presunción de inocencia, dice mucho de nuestros líderes que cierran calles para promocionar un concierto (como nunca se había hecho con ningún artista en la historia) de manera simultánea a la imputación de cargos.

Por último, en Ibagué se llevó a cabo un partido de fútbol entre Millonarios y Tolima, en donde una persona entró a la cancha y golpeó por detrás a un futbolista; el partido se suspende y el agresor sale aplaudido por todo el estadio bajo la expresión “héroe”.

Las preguntas que se siguen son: ¿Qué nos pasa como sociedad cuando aplaudimos y le gritamos héroe a un agresor?, ¿Qué nos pasa como sociedad cuando no toleramos que un medio de comunicación (así tenga una afinidad política) haga su trabajo?¿Qué nos pasa como sociedad cuando le damos más importancia a un concierto que a los niños?¿Qué nos pasa como sociedad si no podemos tolerar que, quien piense distinto, se acerque a un lugar de protestas?

Mi intención no es justificar y/o apoyar a algún candidato, pues desde un punto de vista personal tengo bastantes cuestionamientos frente a lo que sucede en Colombia y, particularmente en Medellín. Sin embargo, no puedo ser indiferente al ver cómo nos hemos ido hacía la “política de los fans” como dice Moisés Naím en su libro “La revancha de los poderosos”. Nos volvimos hinchas de una persona o de un equipo (literal) y dejamos de lado lo más importante: el ser humano.

No tenemos que estar de acuerdo, no tenemos que pensar igual. No se trata de imponer una postura, se trata de respetar, de ser empático y, especialmente, ser oportuno. Volvamos a la esencia del día de San Valentin y pongamos por encima el amor como principal eje articulador de la vida en sociedad.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/daniel-restrepo-2/

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