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¡Qué hijueputa calor!

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Dicen que lo único que le hace falta a Medellín para ser el mejor vividero del mundo es tener mar. Evidentemente, conseguirle eso a nuestra ciudad es imposible, pero el paisa no se vara, y si no consigue el mar, con algo nos compensa: el clima de la costa. No seré experto en meteorología, pero el calor que he sentido en las últimas semanas no lo había sentido nunca.

El fenómeno del Niño ha llegado al punto de que, con temperaturas que rondan los 33°C, la eterna primavera parece haberse convertido en un verano, esperamos, pasajero. Sin embargo, no somos los únicos aguantando temperaturas más altas de lo normal: alrededor del 80% de municipios del país se encuentran en alerta por incendios forestales, incluida la capital, donde varios incendios en los Cerros Orientales han colapsado los servicios de Bomberos y nadie parece saber qué hacer.

Es claro que ni el Gobierno Nacional ni los gobiernos locales estaban preparados para enfrentar esta situación, exacerbada por la crisis climática. Además, al Gobierno no le tembló la mano para bajarle el presupuesto a la Dirección Nacional de Bomberos, de 91 a 68 mil millones de pesos (¡una reducción del 25%!). Un acto que, a sabiendas de que venía El Niño, es una irresponsabilidad difícil de justificar.

Ahora, esto no se trata sólo de apagar incendios (literales y figurados), sino de decidir cómo vamos a enfrentar estas temperaturas, que seguramente serán mayores con el paso de los años. En Medellín, donde este año debe sacarse adelante un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial (POT), las discusiones deben tener en cuenta este fenómeno. Ricardo Pérez, politólogo y director del colectivo urbanista La Otra Ciudad, se refiere al efecto de isla de calor, “que se produce porque algunos materiales, como el concreto de los edificios y el asfalto, absorben el calor del sol y lo guardan de manera eficiente. Luego lo expulsan cuando el sol baja, de manera que la ciudad nunca se enfría”.

Asimismo, afirma que debemos repensar la tecnología y la arquitectura de muchas de nuestras construcciones, pues “son copias de edificios que sirven para países con estaciones, pero no funcionan para nada en el trópico”. Por eso terminamos con edificaciones donde no aguantamos cinco minutos sin aire acondicionado, que en últimas genera más huella de carbono y calienta aun más la ciudad.

Hablar de “reverdecer” nuestras ciudades, una iniciativa que debería tenerse en cuenta para el POT, implica no sólo proponer más espacios verdes para todo el público, sino superficies permeables —como el pasto— en los alrededores de los edificios, más vegetación dentro de ellos y sembrar más árboles para aumentar la cobertura vegetal de la ciudad. No es algo que se hace de la noche a la mañana, pero incluirlo en el POT a diez años ciertamente sería un gran compromiso por parte de nuestros dirigentes para hacer a nuestra ciudad más agradable. Porque, actualmente, no estamos preparados para soportar estas temperaturas. Mientras tanto, seguiremos repitiendo lo que se oye en tantas esquinas de Medellín: ¡Qué hijueputa calor!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mejia/

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