Primera semana en Manchester

Caminando por la ciudad de Manchester, me topé con una mujer negra y joven que llevaba su hiyab, además de un atuendo similar a la estética del hip hop estadounidense. Cuando le pregunté su nombre y su nacionalidad, me dijo que era británica. Me quedé sin palabras. Pensé: ¿cómo la defino?, ¿cuál de todas estas identidades la aborda?, ¿ella cómo se nombra?, ¿le dará más fuerza a alguna identidad?, ¿tendrá alguna causa por la cual luchar en cada contexto?, ¿ella se hará todas estas preguntas?

Concluí en que tal vez no. Estos son cuestionamientos, en muchas ocasiones, de quienes nos vemos en los discursos de la diversidad, pues nos acostumbramos a ver el mundo comprendiendo las múltiples interseccionalidades que nos habitan, pero en muchas ocasiones también nos acostumbramos a no tejer puentes entre ellas.

Luego, llegué a vivir con una familia británica. Su estilo de vida poco se parece al mío, pues una vida tranquila, reservada, con sonrisas y distancias no es lo común para mí. Después, entro a un aula de clase y me encuentro con personas de China, Arabia Saudita, Irán y países latinoamericanos. Aprender inglés escuchando tantos acentos, historias y culturas tan diferentes ha explotado mi cabeza y corazón cada día.

Nadie de las personas con quienes me he topado conoce a Karol G, Ryan Castro, el nombre de nuestro presidente o Medellín. Para muchos es la primera vez que escuchan de mi país, y algunos que lo conocen su referencia es Pablo Escobar.

Ante dichos contrastes, me he observado pensando sobre: ¿será que si me visto así irrespeto a Norah (mi nueva amiga musulmana)?, ¿será que estoy hablando muy duro?, ¿cómo me dirijo ante aquellos hombres que piensan tan distinto de nosotras?, ¿cómo describo la belleza de mi país para desmitificar el imaginario perpetuo de las drogas?, ¿cómo les demuestro que les honro en la diferencia?

Amin Maalouf escribía en 1999: “Mi vida de escritor me ha enseñado a desconfiar de las palabras. Las que parecen más claras suelen ser las más traicioneras. Uno de esos falsos amigos es precisamente ‘identidad’. Todos nos creemos que sabemos lo que significa esta palabra y seguimos fiándonos de ella incluso cuando, insidiosamente, empieza a significar lo contrario”.

En su texto «Identidades asesinas», él aborda una pregunta por la identidad, la definición y alcance sobre esta, generando diferentes cuestionamientos sobre el abordaje de ella, si permite tejer puentes, posibilidades o genera barreras y marca distancias.

Y ante estas preguntas recordé su postulado sobre las personas frontera, es decir, aquellas que logran traspasar límites identitarios y se permiten caminar en el borde, navegar en aquellos límites y fronteras para construir otros, aquellas que están en el filo de la diferencia y por ende, se definen desde tantas perspectivas. Ellas logran ser puente, pues tienen la capacidad de impregnarse tanto de los otros que terminan por construir identidades híbridas, mezcladas y fluidas que permiten comprender y ampliar el mundo con su mirada.

Dichas personas el mundo les cabe un poco más en la cabeza, en el corazón y en los zapatos, logran transitar sin violencia en aquella diversidad tan incierta y caótica, tan difícil de comprender y tan sutil a la mirada y sensible al daño.

Estas personas son especiales, tienen una particularidad en su forma de habitar el mundo, pueden habitar múltiples espacios, imitar acentos, disfrutan aprender nuevas palabras, bailes y oraciones; son personas que ante el comentario discriminatorio con una sonrisa le explican al otro lo que sus palabras causan. Ellas, antes de dar cualquier afirmación, preguntan sobre la cultura, experiencia y significado de los otros, están llenas de preguntas y por ende, de historias y números de contactos.

Dichas personas logran sensibilizarse con todas las guerras, todos los dolores, muchas causas y tienen múltiples motivos de alegrías. Para ellas, los derechos humanos son la ley, la diversidad es la regla y la no violencia es el mandato. Estas personas me enamoran, me enseñan con cada mirada y me permiten cuestionar sobre ¿cómo se construyen ellas?, ¿cómo lograron aprender a caminar en las fronteras? Porque este mundo tan caótico y polarizado requiere la valentía de las personas fronteras, aquellas que ven desde sus identidades, las reflexionan y con ellas se conectan con otras. Ahora, comprendo que la construcción democrática pasa por ello, por caminar entre los bordes, no por aumentar los abismos.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/

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