Populismo antiempresa

Populismo antiempresa

Las élites existen y su rol en la economía, la política y en la teoría social ha sido motivo de análisis y de producción de conocimiento. Solo hablar de “emprendedores de políticas” cuando se estudia el diseño de políticas públicas ya supone hablar de élites. Élites hay muchas. 

Y por supuesto varios somos parte, por circunstancias diversas, de una minoría que accede a la educación superior de calidad, tiene trabajo formal y come tres veces al día. Entre otras más o menos posibilidades. Un reto sobre el que tenemos que trabajar colectivamente.

Claro, no basta con el esfuerzo para cerrar brechas y superar la pobreza. Muchas variables crean barreras y restricciones que la impiden. No es falta de actitud o de ganas, hay impedimentos reales y sistemáticos para la movilidad social. Ahora, no necesariamente la élite está en contra del bien común y el cambio social, y esa sí que es la conversación de Medellín, que se ha quedado en lo simplista: en el nosotros y ellos,“los de barrio” y los de ¿de dónde fue que salimos los supuestos otros? ¿Barrios, no?

El rol de la empresa y del tejido productivo en el cambio social no pueden negarse, particularmente en Antioquia. Por el contrario, ha sido determinante en alianza con la sociedad civil y la academia pública y privada para la creación de valor. Para ampliar el alcance y las capacidades del gobierno local en la redistribución de bienes públicos.

Porque también el Estado falla: es ineficiente, cortoplacista, rígido y corrupto. Y ejemplos valiosos de lo que ha resultado del trabajo colaborativo entre la triada sociedad, empresa y Estado hay muchos, solo es cuestión de hacer el esfuerzo de mirar más allá de los intereses y el discurso político  antiempresa y ser mínimamente, si no inteligentes, por lo menos sensatos. 

Volver a la empresa antagonista instrumentalizando el discurso de la igualdad es mezquino. La ciudad no se acaba de inventar y por supuesto no es “un producto terminado”. Fukuyama ya lo dijo por todos con “Medellín, el medio milagro”. Falta la otra mitad del milagro: resolver los retos de calidad y cobertura en la educación; de acceso al empleo digno, formal y sostenible; reducir las violencias y las brechas de pobreza. Tareas inacabadas y colectivas. Problemas estructurales complejos.

 No basta con 4 años de discursos bien intencionados en Twitter. Mínimo se requieren 10 años de continuidad, coherencia y buenos instrumentos de políticas para ver cambios reales.  Y en definitiva, el cierre de las brechas sociales no solo pasa por la acción de los gobiernos o la administración estatal exclusivamente.

Ese modelo construido entre la sociedad civil, el gobierno y la empresa no es “impuesto por la élite”, es una realidad elemental y estudiada.  Los gobiernos como ÚNICOS proveedores y distribuidores de bienes públicos YA NO existen, son muy grandes para resolver problemas cotidianos de las personas y muy pequeños para resolver los problemas estructurales a largo plazo y que afectan a un gran número de ciudadanos. 

Se requiere más que gobiernos, y por eso existen políticas de Estado, y también el mercado (empresas y tejido productivo), la comunidad y la familia como coordinadores a su vez de esos bienes sociales. Así de simple. 

En cualquier sociedad hay élites. Y también hay élites que trabajan por el bien común. De hecho, hacer parte del gobierno y ser funcionario público es ya por definición hacer parte de una élite: una élite política que toma decisiones, incide y moviliza recursos. De la que se espera responsabilidad y ética. Así que…

Menos oportunismo político. Pasemos  del fanatismo a las ideas. Porque posar de líder de base popular, progre e independiente para luego gobernar con la maquinaria clientelar, poco o nada contribuye a la conversación pública y al desarrollo de esta ciudad. 

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