¿Política pura o pura política?

¿Política pura o pura política?

Hace unos días hablé con un amigo sobre política. Mi amigo extranjero me decía: “mira, iba en un avión, al lado mío se sientan dos colombianos y empiezan a hablar de política… coño, esa frase parece el inicio de un chiste…”

Sí, los colombianos decimos que odiamos la política pero hablamos todo el tiempo de candidatos, elecciones, problemas públicos, columnas de opinión, programas de radio sobre política, expresidentes, relaciones internacionales…en fin, vibramos con la vaina.

Nos informamos mucho, bueno, consumimos mucho dato y opinión, que no necesariamente es información, pero comprendemos poco. Hay dos formas comunes de ver la política: la del ser y la del deber ser. La primera, está más basada en la creencia de que ésta es como es y no hay forma de cambiarla, una posición realista pero un tanto pesimista. La segunda, por el contrario, cree que la política puede ser distinta, pero ese optimismo ciega, a veces, la realidad. 

Hay una tercera visión: la política es de una forma y puede ser de otra, y en la mitad de ese camino hay que ser pragmáticos, lo que no significa vender los principios en los que se cree sino que implica entender varias máximas que son importantes a la hora de situarse en esta visión realista/idealista.

La política se hace con los políticos. No con todos, pero es claro que son ellos los representantes de los mecanismos de poder y a los que se debe convocar cuando se toman decisiones de este carácter. Se hace con ellos para la gente, siendo la democracia representativa la forma de actuar más adecuada, hasta ahora, para hacerlo.

La política se hace sumando, no restando. No hay que hacer una amalgama deforme de visiones e intereses, pero es claro que la negociación de estos es fundamental en el gobierno y en su camino hacia él. 

La política se hace con coaliciones. La táctica del llanero solitario no funciona ni para ganarse la presidencia de la junta del edificio. Hay que hablar con el vecino que te cae mal, el de las rumbas hasta las altas horas de la noche, el que deja el popó del perro en el parque de la unidad residencial, y dejar a un lado al que no paga la administración porque no le importa la vida en comunidad o al que maltrata al portero. Pero, en conclusión, no se llega solo.

La política se entiende, y se cambia, sobre todo dentro de las instituciones. Y adivinen que hay que hacer para eso: ganar elecciones. Claro, siempre existe la opción de hacer la política imposible, la que no negocia, la de tener la razón por encima de la realidad, la de los principios impolutos con los que estamos convencidos de que los nuestros son los buenos y los de los demás los malos; la política que hace coaliciones de los mismos con los mismos, la que cree en la política pura y no en la pura política.

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