Petro en su laberinto

La consulta popular que pretende impulsar el presidente Petro es, en definitiva, el abandono absoluto de cualquier forma mínima de gobierno. La campaña, que ya de por sí empieza temprano en un país electorero como Colombia, se ha adelantado y se ha jugado al ritmo que marcan desde la Casa de Nariño.

El Gobierno de Petro, que al parecer nunca tuvo un fin claro, que ha vivido al límite, que no ha tenido una sola semana de estabilidad política o administrativa, que vive de comprar la táctica ante la incapacidad de consolidar una estrategia, ha decidido apostar por la única maniobra posible para mantenerse a flote: la campaña. El presidente puede no ser un ejecutor hábil; de hecho, es bastante torpe e ineficaz, basta ver sus paupérrimas cifras de ejecución. Pero a la hora de entrar en el terreno electoral, del ajetreo de plaza pública, es, tal vez, el más hábil de los jugadores.

Petro tiene un «case» del 30% de favorabilidad, que parece más o menos invariable conforme avanzan las encuestas. Ese capital le permite ganar ciertas batallas e imponer algunas condiciones, pero le es insuficiente, por lo menos ahora, para darle continuidad política a su proyecto de país.

La idea del “Frente Amplio” busca recoger sectores que no han crecido necesariamente bajo la sombra del Pacto Histórico, pero que le son afines. Ahí caben, por ejemplo, los denominados “petro-santistas” (actores políticos individuales como Cristo, Rivera, Murillo, Velasco, Roy o Benedetti, cercanos tanto al actual gobierno como al expresidente), facciones del Partido Liberal, la facción del Verde de Carlos Amaya y otros que lo han acompañado en sus iniciativas legislativas en Cámara y Senado, algunos miembros de la U, el PCC, Comunes y el Polo de Alexander López, que luego de la escisión que dio vida a Dignidad es completamente del petrismo.

Aunque Petro ha tratado por todas las vías que ofrece el trámite legislativo impulsar sus iniciativas, las mayorías no le han sido favorables más que para triunfos parciales. Pero tarde o temprano, sus reformas—especialmente las sociales (salud, empleo y pensión), que han sido su obsesión—terminan por naufragar. Por ello ha decidido jugarse un «last dance», un pulso que es el todo por el todo, y que nos sirve de telón para 2026.

A Petro no le importan realmente las preguntas que votarían los colombianos, si la consulta llegara a realizarse. Lo que realmente quiere es medir el clima en las urnas de cara a la primera vuelta presidencial de mayo del año entrante. Hay que ver qué tal le sale la jugada al presidente, porque lo que se anticipa es una derrota estruendosa que sepultaría las posibilidades reales de ese Frente Amplio de convertirse en opción real de poder.

Jugar o no jugar el juego de Petro es lo que ahora debate el país político: comprarle la idea y tratar de derrotarlo o dejar que se evapore una vez más su intento por imponer, vía el “poder popular”, sus nefastas reformas. Votar «no» o no votar también sería un dilema en caso de concretarse la consulta.

Por ahora, Petro pone todas sus cartas sobre la mesa, mientras que en la oposición todos creen tener aún una jugada pendiente. La agenda sigue marcándola el presidente y casi todos aceptan seguirle el paso. Si no hay una unión clara, pragmática y programática antes de la segunda vuelta, quizás por esa brecha se cuele el petrismo, y entonces la disputa se pondrá color de hormiga.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/samuel-machado/

3/5 - (3 votos)

Compartir

Te podría interesar