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Los estudiantes colombianos que asistieron al colegio entre 1994 y 2006 iniciaban su jornada con una lectura. El denominado “Plan lector” recomendaba a las instituciones educativas destinar los primeros 45 minutos a que niños y jóvenes, desmañanados y en pleno estado zombie, leyeran. La selección de las lecturas la realizaban los profesores de español procurando seducir al alumnado, pero muchas veces era tan mala como el timing mismo del plan. Entre títulos como Pedro Páramo, Platero y yo, Contante y sonante y El hermafrodita, que siempre estaban al fondo del listado, brillaban libros como El monje que vendió su Ferrari, El caballero de la armadura oxidada y Quién se ha llevado mi queso. La literatura de autoayuda era muy popular en las antologías del plan.
Padre rico, padre pobre fue uno de los libros más leídos. La premisa de su autor, Robert Kiyosaki (que ahora al parecer está endeudado), es que existe una fórmula mágica para ser rico, una receta para acumular capital. Los consejos que da sobre las finanzas personales son infalibles. La riqueza depende exclusivamente de las decisiones que tomemos. Este modo de entender las clases sociales es problemático por varias razones. La principal es que asume que la pobreza y la riqueza son cuestiones de responsabilidad individual, de solución biográfica. En el imaginario de una sociedad de mercado, aquel que se esfuerza y sigue la receta de padre rico, tiene garantizado el éxito económico. De otro lado, el perezoso que toma malas decisiones, estará condenado a la pobreza.
La acumulación de riqueza no es una cuestión sólo de mérito y responsabilidad individual. La línea de partida, el lugar de nacimiento en la escala social, es fundamental para el destino económico. El Atlas de oportunidades de España muestra que los hijos de padres ricos seguramente van permanecer en los percentiles más altos de riqueza mientras que aquellos de hijos pobres se mantendrán en los más bajos. Otros trabajos señalan que el nivel de influencia de las herencias sobre la riqueza en Europa está volviendo a lo experimentado en la primera década del siglo XX, esto es, un influjo entre el 70% y 80%. El padre rico es decisivo no tanto por sus hábitos y sus consejos financieros, sino por la renta que puede ofrecerles a sus hijos para reproducir su riqueza. La OCDE, en un informe reciente sobre ascenso social, ha dicho cosas similares para Latinoamérica.
La realidad no se corresponde con la narrativa de la autoayuda. La pobreza y la riqueza parece menos una cuestión de solución biográfica, de rendimiento y de mérito y mucho más un asunto sistémico, de determinantes, de predestinación. No es tanto un asunto de trabajo duro, de productividad y de maestría, como si una cuestión de suerte, de conexiones, de “Activos Sociales Inmateriales”, de fortuna. El libro famoso del plan lector de hace 20 años, que sigue vigente, refuerza la narrativa de la responsabilidad individual sobre la riqueza y la pobreza. Contribuye al imaginario de que las personas pobres no sólo son culpables de su condición material, sino también que la merecen, por sus malas decisiones, por su falta de trabajo duro.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/