Nos han hablado mucho sobre el 2022, año en el que se llevarán a cabo las próximas elecciones presidenciales en Colombia. ¡Ojo con el 22!, nos dicen, con la intención de advertirnos sobre algo. Ha sido el uribismo el principal promotor de este llamado de atención, que se ve en vallas propagandísticas por todas las ciudades del país, y cuyo objetivo principal es, sin dorar mucho la píldora, meterle miedo a la gente sobre la posibilidad de que Gustavo Petro sea presidente.
Con las recientes encuestas, el escenario pareciera no sólo formular la pregunta sobre quién lo vencería en segunda vuelta, sino si es capaz de ganar en primera, aunque esto sea cada vez menos probable. La contienda electoral del próximo año girará en torno al slogan ‘Todos contra Petro’.
El país pasa por un momento de alta tensión. La pandemia, la crisis económica, derivada principalmente de ésta, y la insatisfacción general con un gobierno desconectado de la realidad, son el motivador de manifestaciones, en su mayoría pacíficas, que piden cambios urgentes.
Las calles son el lugar perfecto para comprender lo que siente y reclama una ciudadanía que camina pidiendo mejores condiciones de vida, ser tenida en cuenta en las discusiones que más la afectan y una conexión más directa de los gobernantes con sus necesidades.
Este momento puede ser aprovechado por dos tipos de líder: por uno que, luego de escuchar más, y mejor, a una ciudadanía activa que reclama justamente la reivindicación de sus demandas, proponga una visión política de país incluyente, dialogante, respetuoso de las instituciones democráticas y promotor y garante de los derechos económicos, sociales, políticos y culturales de todos los colombianos; o por uno megalómano, de discursos mesiánicos, de ideas populistas que endulcen el oído de muchos y que se presente como el salvador de una nación que, sin él, va camino al fracaso.
La actualidad tiende más a la aparición de los segundos que de los primeros, y lo preocupante, aparte de eso, es que la ciudadanía pareciera quererlos gobernando Colombia.
Los electores se mueven más por emociones que por razones, siendo ese el caldo de cultivo para que los populistas digan sólo lo que la gente quiere escuchar, así nada de esto plantee soluciones de fondo a los problemas que afectan al país.
Apelan a la frase corta, a la sentencia fácil, al slogan pegajoso. Soy el candidato de la gente, la política se hace en la calle, somos la mayoría, son frases que se pueden escuchar tanto en la izquierda como en la derecha. Frases totalizantes que pretenden ocultar la realidad: son extremos excluyentes de las ideas contrarias.
El próximo año será crucial. La decisión que tomemos los colombianos en las urnas será vital para definir el camino que queremos recorrer: el de una nación unida o una dividida por los extremos.
Entonces sí, es cierto, ¡ojo con el 22!, como dice el uribismo. Ojo, sobre todo, porque ese segundo líder que describo no sólo está en la izquierda, también está en la derecha.