Normalmente excepcionales. Un homenaje a los maestros

Desde 1950, cada 15 de mayo, se celebra en Colombia el día del Maestro. La fecha se debe a que un día como ese en 1950 el Papa Pío XII declaró a Juan Bautista de La Salle como patrono de los educadores.

Bueno, más allá de la anécdota, que sea este un buen pretexto para reflexionar sobre los maestros, no solo sobre los docentes, sino sobre aquellas personas que han marcado nuestras vidas, dentro o fuera de la escuela; se declaren como tales y sea explícito su rol o simplemente se vivencie esa relación maestro-alumno de manera natural en el día a día. Sobre los docentes escribiré en otra oportunidad.

Considero que hay dos tipos de personas excepcionales: las que en uno o más aspectos específicos son geniales, como un Messi o un Michael Jackson; y los que en apariencia no hacen nada excepcional, porque todo o casi todo lo hacen bien, fácil y simple en la vida, como si fuera normal, a esos los llamo –válganme el oxímoron– normalmente excepcionales, entre los cuales están los maestros, de vida, quienes hacen de la estética una ética de su existencia.

Por tanto, los maestros se caracterizan básicamente por tres aspectos. Son, ante todo, cuidadores: de ellos mismos, de los otros, de la naturaleza y sus especies, y de los detalles. Además, procuran ser coherentes, aceptando su imperfección y la de los demás, porque saben que la primera señal de coherencia es aceptar que somos incoherentes. Y como imperfectos que se saben y admiten, los maestros son humildes, se sienten por siempre incompletos, piden perdón y lo dan, y saben que precisan de los demás para realizarse. 

Los maestros no requieren ni títulos, ni el poder de los cargos, ni la vocación de enseñar: dan ejemplo, sin necesidad de explicitarlo, porque no se creen ejemplo de nada ni superiores moralmente a nadie. No se la pasan dando consejos, salvo que sea por solicitud, ya que también son prudentes.

Maestro o maestra puede ser el profesor, por supuesto, pero también un dirigente, un amigo, un padre o madre, un hermano, una amiga o un empleado del servicio doméstico. En suma, cualquiera que sea cuidadoso, coherente y humilde, normalmente excepcional, tiene la sabiduría del maestro.

Hay muchos, pero los vemos poco y los aprovechamos menos, porque nos falta la humildad para reconocerlos como tales. Creo que todos en la vida necesitamos maestros. Los que hemos tenido el privilegio de tenerlos, reconocerlos y aprovecharlos, no tenemos más que cuidarlos y agradecerles. Quisiera listarlos, pero he tenido tantos que no quiero correr el riesgo de olvidar alguno y ya a todos y todas se los he dicho personalmente.  ¡Gracias, por siempre, maestros!

 
P.D. Aunque dije que no haría listas, en esta columna quiero resaltar a un maestro que, entre otros, he tenido en las últimas dos décadas. Sé que también lo es para muchos y que rehusaría este título, pero casi todos quienes lo conocen se lo quisieran decir. Lo destaco porque entre tantos y tan connotados empresarios y dirigentes empresariales con los que he tratado, es, por mucho, el mejor. Con un centenar de su tipo, este país sería muy diferente. Dirigir es, en buena medida, formar, enseñar, con el ejemplo, como lo hace el doctor Juan Manuel Gómez Roldán, presidente de la junta directiva de la constructora Óptima, que también ha presidido las juntas de Camacol nacional y Antioquia con una integridad ejemplarizante. Un paradigma de liderazgo, empresario y dirigente. Un maestro para siempre.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-munera/

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