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Hace unas semanas marcharon diferentes sectores inconformes con las acciones y las no acciones del gobierno de Gustavo Petro. Entre todas las opiniones que se han escuchado, se resaltan aquellas que hablan del papel del llamado centro político como el gran protagonista de la jornada. Sí, ese mismo que se conoce como tibio y gaseoso, que en muchas ocasiones, se enunció como el actor relevante capaz de contener y encausar el contexto político actual. Un postulado que, aunque grandilocuente, puede ser interesante para los movimientos políticos que emergerán en los siguientes años.
No obstante, para quienes llevamos muchos años de movilización, organización social y acción política en el país, comprendemos que las marchas no son un fin, sino que son un medio. Comprendemos que estas fungen como mecanismos de expresión emocional de la población, se constituyen como un espacio para el vinculo, la solidaridad, el abrazo y hacer sentir la indignación en una voz colectiva. La movilización social en las calles, también es un espacio para comprender y catalizar las diferentes disputas de poder.
Desde esos sectores de los que vengo, tenemos claro que la movilización en la calle es un momento que se hace posible gracias a la organización social, manifestada en la juntanza de redes, plataformas, alianzas, articulaciones de diferentes sectores que derivarán en reconocer inconformidades, disposiciones para el diálogo y la construcción de x o y herramienta que, recoja y consolide los llamados de indignación en propuestas y acciones concretas. Saber lo que se quiere es fundamental para saber hacia dónde se camina, ya nos lo han enseñado los pliegos de exigencias, agendas de diálogo, comisiones de interlocusión, o un sinfín de mecanismos para la consertación que nos han enseñado estudiantes, maestros, campesinos, indígenas, quienes históricamente han sido los sectores que han hecho suyas las calles.
Después de hacer balances de las movilizaciones, estos mismos procesos de articulación que convocaron a marchar, realizan un análisis político de la coyuntura y generalmente como producto de espacios colectivos de deliberación deciden qué otras acciones deben tomarse más adelante. Ellas pueden encaminarse a nuevas movilizaciones, en la creación de colectivos y organizaciones sociales que sostengan la agenda de interlocución. En la mayoría de las ocasiones, se desprenden procesos de formación y cualificación política para jóvenes y otros sectores, se abren procesos de conversación pública, así como nuevas articulaciones que, dependiendo de su capacidad y visión, se pueden consolidar en nuevos proyectos políticos, materializados en agendas de gobierno, nuevos partidos y movimientos políticos, entre otros. Todo lo anterior es la forma viva del ejercicio democrático.
Para quienes venimos del sector social organizado, el proyecto político ha sido claro en formar, callejear, cuidar, sostener la vida. Si bien, han existido muchos intentos de ser gobierno, la historia ha hecho evidente la exclusión sistemática de las grandes mayorías del país de nuestro gobierno mediante el elitismo, la violencia política, la tecnocracia, el clasismo insertos hasta la médula en nuestro sistema político, así como las brechas en el conocimiento del aparataje y ejecución del Estado como institución aunados a la burocracia que entorpece cualquier intento de hacer las cosas de formas distintas. No obstante, la esperanza es terca y el ejercicio ciudadano continúa, entendiendo que todas las manifestaciones son necesarias hasta que la dignidad y el derecho a la vida sean la cotidianidad y la costumbre.
Dicha sensación de claridad que percibo en el sector social aún me es difusa en aquellos que se mencionan del centro, ¿cuál es su deseo más profundo?, ¿cuál es el proyecto político que los llevó a las calles? O, ¿fue sólo el descontento con la administración de turno?
Lo menciono como invitación, porque, a decir verdad, el descontento con una adminstración, el desacuerdo con unas reformas, la molestía por no ser los tecnócratas de turno, no son motivos suficientes para mantener una movilización por décadas, para ello es necesario construir proyectos políticos que mantengan el fuego encendido, hasta ver materializado sus sueños.
Tal vez, soy yo quién aún no lo ve, y me encantaría. Porque a decir verdad, que rico ver fuegos encendidos por hacer de Colombia un buen vividero.
Por esta razón, les escribo como invitación y aprendizaje, para que no cometan los mismos errores de quienes creyeron que sólo en las calles se hace la transformación y no se formaron para el poder, para que aprendan que a la calle se va de manera permanente, no sólo en coyunturas, que la conversación colectiva y organizada se sostiene, se forma, cualifica y se construye proyecto político.
Ya ustedes aprendieron que no basta con ser tecnócratas y creer que saben gobernar, o que deben ser elegidos sólo porque tienen un discurso progresista y neoliberal, ya aprendieron que no basta con “hacer una buena gestión en los gobiernos que ustedes lideraron”, no basta con peinarse distinto. Creo que ya aprendieron la importancia de la organización, de hacer proyecto político, tomar posturas ideologíco- políticas, éticas, etc. Deseo que estén tomando las acciones luego de la movilización, organizándose, formándose, construyendo horizonte.
Y para los otros sectores, también muchos aprendizajes de esta coyuntura, la importancia de formarse para gobernar, es decir para gerenciar; de construir otros repertorios de movilización, de activismo, de organización social y política, así como la construcción de otras agendas. Porque cuando se politiza la calle y la movilización alrededor de gobiernos de turno, tendremos que construir otros mecanismos donde emocionar la solidaridad y el vinculo ante el descontento de un país injusto, racista, clasista y profundamente desigual. Ya aprendimos que no basta con marchar, ¿cuál es el siguiente aprendizaje?
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/luisa-garcia/