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María Antonia Rincón

No apta para señoritas: ¡no solo hay que leer!

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Terminamos semestre académico y es momento para agradecerle a los estudiantes que me acompañaron en este periodo. Ante semejante escenario electoral tan suigéneris; frente a condiciones sociales tan difíciles; mientras experimentamos el dolor de las fracturas institucionales, queda insistir en que la educación con sentido crítico y reflexivo es la alternativa para lograr cambios estructurales y de largo plazo. Suena muy parecido al cliché de “la solución es la educación”, sin embargo, aquí la propuesta es doble: dudemos de todo, incluso de los absolutos y de las frases contrahechas que damos como verdad; y avancemos con sentido práctico. Por lo pronto, para ellos, tres mensajes a manera de agradecimiento y de puntos suspensivos:

“Estudiar mucho”. Esta es la respuesta de casi todos, sobre todo, en épocas de parciales y finales. Algunos llegan trasnochados y con evidente angustia. Y la conclusión entonces es: estudiar mucho no es estudiar bien; así como tampoco es sinónimo de aprendizaje. Para aprender de mejor manera es necesario encontrar el sentido y el método. Para qué, por qué y cómo. Hacerse preguntas de este estilo implica que el esfuerzo será menos desordenado, más consciente y útil en el proceso. Y, fundamental, la educación nos cambia y eso implica tensión, duelo y renuncia. No es un proceso solo amable. Debe haber alegría y sorpresa, ¡claro!; pero para hacernos competentes (distinto a competitivos) nos corresponde exponernos y estar atentos al mundo con todos los sentidos porque tratar de ser genuinos también es desaprender.

“Problema de comunicación”. Adjudicarle a la comunicación la mayoría de nuestros problemas es una carta muy fácil de sacar. Las relaciones humanas son difíciles en cualquier ámbito; y esto, que parece una obviedad, hay que repetirlo con consistencia. LA comunicación, así, como absoluto, es una imposibilidad de nuestra condición. La brecha entre lo que pensamos o sentimos y lo que decimos es muy amplia, pero ser consciente de ello y tratar, en la medida de lo posible, de reducirla al asumir la propia responsabilidad es ya un aporte significativo. Hay que leer, sí, pero no solo textos. Hay que leer el mundo, interpretar signos, considerar las circunstancias del otro con quien hacemos comunidad. Conversar y escuchar son insumos de aprendizajes vitales, para los que también nos debemos preparar. Entonces, conversar, escuchar, leer y escribir son verbos que comprometen nuestra existencia y aprender a ejercerlos es un proceso permanente, que nos reta de manera individual y colectiva.

“Así ha sido siempre”. Por último, y de la mano de Chimamanda Ngozi Adichie, la invitación es a dudar del relato único. La comprensión de los hechos, históricos o cotidianos, implica la percepción de distintas perspectivas. Cuestionar los discursos que quieren presentarnos una única verdad, y más en Colombia, es asumir nuestra adultez con entereza. Pero cuidado. Hay muchas trampas en el camino de la duda. La paranoia, la crítica obtusa, el desánimo… Para dudar también debemos prepararnos; aprender que en la diferencia hay riqueza y que el tránsito por la universidad no es solo académico: también es tiempo de goce y socialización que nos prepara para comprender que las realidades tienen matices y texturas. Saber que no hay una única forma de narrar la existencia es también comprender que la vida de cada uno está tejida con la vida de la humanidad.

¡Gracias a todos por enseñarme tanto!

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